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La historia del puente de San Ignacio

Por Alejandro Basáñez Loyola

Autor de las novelas históricas México en llamas; México desgarrado; México cristero; Tiaztlán, el fin del imperio azteca; Santa Anna y el México perdido; Ayatli, la rebelión chichimeca; y Juárez ante la Iglesia y el imperio

 

Se cuenta que, por el año de 1742, durante casi cincuenta días, el río San Pedro corrió incontenible por Aguascalientes sin dejar vado alguno por donde pudiera cruzar alguna carreta u osado jinete. Debido a esto, la siempre preocupada orden de los jesuitas decidió construir un puente que pudiera aliviar este problema de incomunicación con los habitantes de la villa. La construcción se inició en 1743. Para la época de lluvias de 1745, ya se había concluido la primera bóveda de las nueve que conforman los nueve arcos de la obra.

El puente estaba casi terminado para su inauguración en 1759 (solo faltaba levantar los pretiles, algunos retoques y nivelar el empedrado de la vía), cuando el 29 de septiembre una tromba de proporciones bíblicas hizo que la creciente del río San Pedro derribara la estructura.

Los jesuitas, consternados por la tragedia, no se dieron por vencidos y comenzaron la reconstrucción un par de años después; pero la obra quedó de nuevo inconclusa cuando la orden religiosa fue expulsada de América en 1767.

La construcción fue retomada por el gobierno de la villa en 1780, trece años después. Este nuevo proceso de edificación fue muy lento por falta de recursos y culminó en diciembre de 1797, por lo cual el tiempo total transcurrido para su terminación fue de 54 años. En esta última etapa, los trabajos estuvieron bajo la dirección del famoso constructor don Nicéforo Ornelas, maestro de obras que también había trabajado en la edificación de la Hacienda de Cieneguilla en esa región, a poco menos de 38 kilómetros al suroeste de Aguascalientes. La magnífica labor desarrollada por Ornelas ha quedado demostrada con el correr del tiempo, ya que la estructura ha resistido durante más de dos siglos incontables crecientes del río que han puesto a prueba su solidez.

El puente de San Ignacio, en honor a San Ignacio de Loyola, fundador de la orden de los jesuitas, está localizado al noroeste de Aguascalientes, en la salida a la Hacienda de San Ignacio, camino a Jesús María. Sirve para cruzar el legendario río San Pedro, que corre al poniente de la ciudad hidrocálida. En tiempos de la Colonia, era un paso clave entre la Nueva Galicia (Jalisco) y la importante ciudad minera de Zacatecas. Hace décadas, a unos cientos de metros de su ribera oriental, se estableció una fundidora, por lo cual también se le comenzó a llamar puente de La Fundición.

La obra se conforma por nueve arcos de medio punto, con una longitud de casi 85 metros y un ancho de vía libre de 3.85 metros. Los tres arcos principales colocados en el centro son de medio punto y tienen casi 5 metros de claro; mientras los seis restantes, de alivio para las avenidas, son irregulares y de dimensiones más reducidas (entre 3 y 3.5 metros de claro).

Sobre los hechos históricos vividos en el puente de San Ignacio, se puede decir que, en febrero de 1811, pasó por ahí el rebelde insurgente, oriundo de Jalostotitlán, José María González Hermosillo. Hermosillo, después de ser designado por Hidalgo como su prócer en el futuro estado de Sonora, atravesó este sitio al frente de un puñado de rebeldes combatientes que harían historia en Sinaloa y Sonora. Su encomienda era extender la insurrección en aquella región del noroeste de la Nueva España, donde encontraría la muerte a manos del indio Candelario. Por ello, en 1831 se denominó a la capital sonorense con el segundo apellido de este notable personaje.

Es importante mencionar que, a principios de diciembre de 1810, pasaron por él diversos contingentes encabezados por Ignacio Allende, provenientes del occidente de la actual entidad de Aguascalientes. Allende, huyendo de Félix María Calleja, al frente de su ejército estuvo tres días en la Villa de Aguascalientes, antes de dirigirse a Zacatecas.

Durante la presencia del ejército insurgente, la localidad de San Ignacio fungió como improvisado cuartel. El puente, como punto estratégico de paso de realistas e insurgentes, estuvo bajo la celosa vigilancia de un piquete de las fuerzas sublevadas.

En febrero de 1811, pocos días después de la derrota de los insurgentes en el legendario Puente de Calderón, Hidalgo y los demás caudillos de la rebelión volvieron a atravesar Aguascalientes en su huida hacia Zacatecas. Por la temporada seca de ese periodo, los insurrectos vadearon el río San Pedro, y por el puente de San Ignacio solo fueron conducidos los carros con el bastimento, la artillería y las recuas.

La próxima vez que cruces esta arcaica construcción, para lo cual tienes que respetar el semáforo que solo permite un sentido al mismo tiempo, piensa que tu auto está rodando sobre doscientos veinte años de historia (cincuenta más, si consideramos su periodo de edificación). Tenemos que admirar, apreciar y cuidar los monumentos y obras históricas de este grandioso estado en el que vivimos. El puente de San Ignacio es un grito estentóreo de: ¡Viva la historia de México!

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