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#ReseñasLíder: El puente, de Gay Talese

Por Yadira Cuéllar

En términos de la ingeniería civil, la luz es la distancia horizontal que existe entre cada pilar o base que sostendrá al puente, es decir, la distancia entre cada arco.

Atravesar esa luz, que se alza frente al vacío, nos conduce a un destino específico, nos permite el encuentro, la reunión con los nuestros o, por el contrario, nos extiende la distancia, nos alarga el encuentro… Sin embargo, en ese vaivén, las historias de aquellos que construyeron ese mecanismo de conexión, no tuvieron un asentamiento, un pilar, una luz que las uniera a la memoria del puente.

La naturaleza de estos hombres “no posee ninguno de los cimientos de sus puentes”, afirmó Talese, no obstante, la marca de su valentía, orgullo y liderazgo se observa en la perfección de esa estructura; ellos mismos se considerarían unos pioneros, “los últimos héroes americanos”

Ante esa inmensidad humana (y de hierro), el escritor y periodista estadounidense Gay Talese se preguntó: “¿quiénes serán esas personas que caminan sobre el alambre provistas de botas y cascos de seguridad, que se ganan el pan jugándose la vida en lugares donde una caída suele ser fatal y donde los familiares y compañeros de los fallecidos consideran sepulcros los puentes y los rascacielos?”.

Para responderse, dedicó “a los trabajadores del hierro” el libro El puente (Alfaguara, México, 2018) que narra la construcción del puente Verrazano-Narrows, la cual inició en 1959 y concluyó cinco años después, el 21 de noviembre de 1964. Este puente conectaría los barrios de Brooklyn y Staten Island… pero también conectaría la vida de los boomers a las páginas de este libro, validando así que éstos “no pueden resistirse a las ciudades en pleno boom”, en las que anclan todo menos sus vidas.

Lo que nos sugiere Talese en El puente es conocer la fuerza de estos hombres, desafiantes, inquietos, que trazaron el origen de las grandes construcciones en Nueva York, y con ello, la historia misma del país, que es también la historia de arquitectos, de ingenieros como Othmar H. Ammann que, desde niño, “había visto en los puentes un símbolo del desafío y un monumento a la belleza”, y quien, a sus 80 años, proyectó el puente Verrazano-Narrows, y que fue considerado el mejor ingeniero de puentes del mundo; contrariamente a lo que le ocurrió a Theodore Cooper, cuya carrera exitosa como ingeniero terminó cuando en 1907 su puente sobre el río San Lorenzo, cerca de Quebec, se derrumbó y con él 86 trabajadores…

Talese cita: “La ingeniería -escribió Joseph Gies, editor e historiador de puentes- es el arte de la eficiencia, y el éxito de un proyecto puede medirse con frecuencia por la ausencia de cualquier contratiempo dramático”. Acaso sea esta definición una invitación para aquel que se ve impulsado por su propia determinación humana a trazar un proyecto, magno o sutil, pero permanente para la historia de su país…

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