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El pionero de la nueva era vitivinícola de Aguascalientes

La industria vitivinícola de Aguascalientes se ha transformado. Después de ser productora de vinos de alto volumen y baja calidad, ha dado paso a una nueva generación de etiquetas que muestran la madurez y evolución de un estado que, aunque sigue experimentando, ya muestra una identidad única en un mercado cada vez más exigente.

Estas palabras introdujeron uno de los episodios más escuchados en el podcast “ReWine”, de Líder Empresarial, un programa que tiene por objetivo difundir temas del mundo del vino en compañía de los referentes del sector.

En aquella ocasión, uno de los invitados fue el doctor Rafael Garza, viticultor reconocido a nivel internacional y pilar de Santa Elena, una bodega originaria del municipio de Pabellón de Arteaga que está cambiando la percepción del vino hidrocálido en el mundo.

Recordemos que la vitivinicultura de nuestro estado se tiene que entender desde dos eras: la primera, en los años 70, cuando Aguascalientes presumía de la producción en masa con aproximadamente 80 mil hectáreas de viñedos destinados en su mayoría para elaborar brandy.

Esta época situó al estado como un referente nacional del mercado, sin embargo, su declive llegó cuando la bebida pasó de moda, lo que, aunado a una ola de enfermedades y bajos costos en el mercado, dejaron un desierto vitivinícola en tierras locales.

La segunda era llegó en 2005, marcando un “despertar” del mercado hidrocálido, cuando un grupo de amigos se reunieron para conocer la factibilidad de producir vino, no de cantidad sino de calidad. El resultado fue tan positivo que decidieron construir un proyecto que, en un inicio, involucraba apenas unas pocas hectáreas de producción de uva, pero que con el paso de los años constituyó la creación de la primera marca de vinos diferentes: Santa Elena.

Efecto dominó de la viticultura emergente

Aún cuando tenía a su alrededor a los pilares del mercado como Valle Redondo con su enorme producción, o Hacienda de Letras con su Abolengo, esta pequeña bodega sirvió como un generador de entusiasmo para pequeños productores. Santa Elena desembocó un “efecto dominó» fomentando cultivos más minuciosos y creando así la nueva era de los vinos hidrocálidos.

Estos vinos de Pabellón de Arteaga han tenido que sortear retos propios de la región que van más allá de la voluntad humana. La tierra hidrocálida estaba acostumbrada a una regularidad pluvial en los años 70, pero ahora, el cambio climático ha modificado el ecosistema.

Pese a ello, Vinícola Santa Elena sigue empujando una calidad ejemplo para el país. Es el lugar que nos hace entender el antes y el después de la viticultura en Aguascalientes, con sus más de 15 mil botellas anuales que abarcan calidades y presupuestos diversos. La idea de unos amigos se convirtió en la fuente de inspiración para una nueva generación de etiquetas locales con alto potencial de excelencia.

Modernidad y pasado: La experiencia Santa Elena

Visitar la vinícola es un deleite; una combinación entre modernidad y pasado. Por un lado, se disfruta del contacto con la naturaleza con sensaciones tan simples como el calor y el viento entre parcela y parcela; por otro, se vive la innovación con sus viñedos monitoreados por enólogos de distintas partes del mundo. Esto se realiza vía satelital por medio de un sistema de fotodetección con el que se evalúa la humedad, el estrés de la parcela, el nivel de radiación, entre otros factores.

Sus 35 hectáreas en el Valle de Montegrande hacen de este viñedo un paisaje que, dependiendo de la temporada, nos permite admirar los matices entre el verde y el marrón con variedades de uva como el Malbec, Nebbiolo, Syrah, Chenin Blanc, Viognier, entre otras.

Detrás de esos vinos hay un mentor que nos conduce hacia una experiencia didáctica. Un maestro español llamado Aurelio García, quien comparte su conocimiento respaldado por una vasta trayectoria internacional; un respetuoso del terroir (ecosistema del vino), lo que permite que el especialista exalte la expresión de cada etiqueta.

Al entrar a la bodega, la atmósfera cambia. Dos áreas de degustación son la antesala de una explanada que permite contemplar el proceso completo de vinificación en una panorámica de 360 grados. Una hilera de altos tanques de acero inoxidable que trabajan por gravedad, maquinaria para el despalillado, la embotelladora y, lo mejor de todo, la sala de barricas, con esa sutil penumbra y ese clima fresco con el aroma característico del vino en reposo. 

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