Icono del sitio Líder Empresarial

El «niño» hidrocálido que cumplirá su sueño de jugar en las Ligas Mayores

El domingo 26 de enero, José Luis Gómez y Ma. Guadalupe Eudave estaban celebrando su aniversario de bodas cuando entró una llamada. Al otro lado de la línea se oyó la voz de Mario, el menor de sus  cuatro hijos y quien desde los 13 años salió de su casa y emigró a Tijuana para continuar en la Academia González su sueño de convertirse en beisbolista profesional.

Su hijo había partido a la ciudad bajacaliforniana en 2017, por lo que la comunicación era constante. No obstante, aquella conversación resultaría totalmente diferente a cualquiera que hubiesen tenido con anterioridad. Una que por innumerables días y noches, su hijo deseó tener y sus padres escuchar: Mario les notificó que había llegado a un acuerdo para unirse a un equipo de la Major League Baseball, particularmente, con los Oakland Athletics. Era un anhelo hecho realidad. 

Uno en el momento no lo cree porque lo ves como un sueño; lo pensaba únicamente y lo veía lejos de mi alcance.Pero conforme fui cumpliendo objetivos, me dije ‘voy por buen camino, no aflojes’. Aún así, que te llamen y te digan que ya hay fecha para que firmes tu contrato…prender la televisión, ver los juegos de la MLB y decir ‘pertenezco a este equipo’ es inexplicable, son  sentimientos encontrados’, confiesa Mario. 

Ciertamente, la firma de Mario Gómez con los Oakland Athletics es el paso natural en la trayectoria de un joven hidrocálido que ha regido su vida con base en el trabajo, el sacrificio y la perseverancia; pero también es un logro de sus padres, José Luis y Ma. Guadalupe; de sus hermanos, Diego Alberto, José Luis y Fátima, y de varias personas más que respaldaron y apoyaron su búsqueda de volverse un pelotero profesional.

Mario tenía solo seis años cuando, motivado por su padre, se inició en el mundo del beisbol, actividad que en un inicio no lo enganchó pese al arraigo que gozaba en la familia: José Luis Gómez se desempeñó como un buen tercera base en ligas locales; mientras uno de sus hermanos captó la atención de los Piratas de Campeche. 

Lo llevamos de pequeño a la Escuela de Baseball Pequeños García. Al principio no quería ir pero poco después se le quitó y agarró el interés”, dice su padre. Sin embargo, llevarlo a la academia suponía sus desafíos. La familia vive en Tapias Viejas, Jesús María, a unos 40-45 minutos de distancia de las instalaciones y generalmente, la tarea recaía en los hombros de Ma. Guadalupe, pues cada año su esposo se va a trabajar a Estados Unidos por un periodo aproximado de siete meses.  

Ella batalló mucho. Era ir en la combi, en el urbano, con las “bateras”…Yo allá [en  Estados Unidos] en la soledad y trabajando y ella acá, cuidando a los niños. Entonces son sacrificios que había que hacer; somos gente de campo, gente pobre, que la hicimos por las idas al norte”, manifiesta José Luis. 

Hubo que hacer rifas, pedir prestado, ahorrar dinero. Pero los resultados que ha dado todo el esfuerzo hace que estemos satisfechos con la vida. Ha dado sus frutos y no pesa«, complementa Ma. Guadalupe.

Los esfuerzos hechos por la familia, aunado al talento natural de Mario, lograron que el pequeño jesusmariense fuera destacando en los certámenes locales, regionales y nacionales. Desde temprano se fue sembrando en Mario el sueño por ser jugador profesional de beisbol; aunque advierte que lo veía como algo guajiro

Lo veía como algo lejísimos. Nunca supe de alguien del lugar de donde somos haya llegado a ser profesional. Entonces solo me dediqué a jugar. Ya con el tiempo, me percaté que tenía buena proyección y poco a poco se fueron dando las oportunidades”, menciona el beisbolista de los Oakland Athletics. 

Quemando etapas progresivamente, a la edad de 13 años recibe ofertas de varios equipos alrededor del país. Finalmente, el hidrocálido se decantó por irse a la Academia González, ubicada en Tijuana, Baja California. Sin embargo, la decisión no fue fácil. 

Yo no estaba de acuerdo”, dice su madre. “Me dieron muchos nervios, siempre supe que Tijuana era una de las ciudades más peligrosas de México ¿cómo voy a soltar a mi niño?”, agrega. Para poder irse, Mario necesitaba la firma de anuencia de sus padres. Su papá se la dio sin dudar, pero hacía falta convencer a Ma. Guadalupe. 

Al ser muy unidos, tanto padres como hermanos hablaron sobre el asunto. ¿Qué pasó? Lograron convencer a la jefa de la familia. “Me dijeron que la oportunidad de Mario era única y tocaba apoyarlo. Si no es para él, va a regresar, no habrá perdido nada. Me echaron montón e hicimos votaciones y ganaron 5-1 [se ríe]. Entonces dije ‘muy bien, vamos a echarle ganas todos y te voy a apoyar con mil recomendaciones, consejos, bendiciones. Ya se imaginan”, recuerda la madre. 

Así, en 2017 inicia su aventura en la Academia González, un periodo que Mario define como “volverse adulto antes de tiempo” y cuya transición fue “muy difícil”. Se acostumbró a vivir con varias personas en un espacio reducido; aprendió a hacer rendir el dinero, pues contaba con 500 pesos para hacer frente a gastos como comidas, lavandería, gimnasio; etcétera. 

Fue un poco pesado; pasabas sudor, sangres, lágrimas. Pero siempre hubo solidaridad entre nuestros compañeros, porque entendíamos que a veces había días buenos y días malos para todos. Siempre nos apoyamos, siempre buscamos la empatía del uno con el otro”. 

No obstante, en no pocas ocasiones Mario se vio tentado a renunciar a su sueño, producto de una espiral de lesiones en la que no veía salida. “Pasé lesión tras lesión y no veía mejora en mí. Simplemente agarraba el teléfono y hablaba con mi papá y mi hermano y les decía que no creía poder continuar con mi camino”. 

Una vez, relata su mamá, Mario se enfermó y   le llamó en la madrugada porque no soportaba el dolor. Ella, presa de la urgencia y la impotencia, pensó en ir inmediatamente por él, a cuidarlo. “Le dije, agarro la combi y me voy a Tijuana, no lo dudes”, rememora Ma. Guadalupe. 

Mario valora en momentos de duda,  su familia siempre le ofreció apoyo incondicional en cualquier escenario que decidiera, ya sea seguir con su sueño o regresar a Aguascalientes, pero tanto su padre como su hermano lo exhortaron a reflexionar su decisión.

Me dijeron: ‘Nuestro apoyo siempre va a estar ahí, pero piénsalo y decide’. Me hicieron reflexionar y preguntarme, si bien estaba comenzando, cuánta gente no querría estar en mi lugar. Si estoy aquí es por algo, me dije’.

Su mamá se muestra emocionada y dice: “Todo lo que ha pasado lo ha hecho más fuerte como persona, lo ha hecho más responsable. Le ha servido mucho el estar allá. Gracias a su esfuerzo, porque él no se conforma con dar lo que le piden, no, él siempre da más. Siempre dice: ‘quiero llegar más pronto, quiero llegar más lejos’. Entonces, le he dicho que con la disciplina, tarde o temprano llegan las consecuencias, los premios”. 

La familia tampoco duda en realzar la ayuda desinteresada que recibió de muchísimas personas en Tijuana. Una de las figuras es Rafael Camarena, descrito por Ma. Guadalupe como uno de los tantos ángeles que ayudaron a su hijo en la búsqueda de su sueño: “Desde antes de entrar a la Academia lo conoció, lo apoyó, lo llevaba a comer a la ciudad, le ayudaba con su ropa. Le brindó apoyo material, sí, pero sobretodo moral». 

En su andadura en la Academia, Mario compitió en el  Future Star World Series, un certamen que enfrenta a los mejores prospectos de Estados Unidos contra los talentos más destacados del resto del mundo en el mítico estadio de Fenway Park, casa de los Boston Red Sox. También participó en un campamento en República Dominicana con los Indios de Cleveland; jugó torneos en Florida, Atlanta, Los Ángeles; sobresalió en varios showcases. 

Su rendimiento fue tan alto que despertó el interés de varios equipos de la MLB por hacerse de sus servicios; pero por una cosa u otra, la firma del contrato no fructificaba. Esto llegó a desesperar a la joven promesa mexicana, según recuerdan sus padres:

Muchas veces sintió que ya no podía más, pero le dijimos: ‘De cuando acá te rindes?’ Nosotros te apoyamos para que estés allá, pero es tu decisión. Pero luego nos decía ‘¿Saben qué, papás? Estoy haciendo lo que me toca, lo demás se lo dejo a Dios, a los scouts o a los que tengan que hacer su labor. Mi trabajo es echarle ganas, cuidarme y hacer lo que me toca. Si hago eso debo de estar tranquilo’”.

Fue bastante frustrante, porque llevaba bastante tiempo en Tijuana entrenando, pero no había que perder el tiempo en lamentos. Si ya estoy aquí, lejos de mi familia, haciendo un sacrificio, lo mínimo que debo hacer es que valga el esfuerzo«, detalla Mario. 

La recompensa llegó. Uno de los equipos que manifestó interés en llevarse a Mario fueron  Los Angeles Dodgers, pero finalmente los Oakland Athletics firmaron al talento de Tapias Viejas, Jesús María. 

Le doy muchas gracias a Dios, porque sé que él está ahí por las personas que me ha puesto en mi vida, necesarias para llegar a donde estoy hoy; agradecido con los entrenadores, porque son amigos, papás, psicólogos, médicos, choferes. Pudieron decir ‘esto no me compete a mí, busca por tu lado’. Pero todos me ayudaron”, se sincera Mario Gómez. 

Es una gran emoción, un agradecimiento que uno no tiene con qué pagar. Para él siempre fue un sueño y lo realizó. Nos demuestra que con trabajo y esfuerzo todo lo podemos alcanzar«, concluyen sus padres. 


Salir de la versión móvil