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El “negocio” de los pepenadores: una vida entre la basura

José Isabel Martínez Martínez tiene 54 años. Desde 2005, ha estado trabajando como pepenador. Como si se tratase de un ritual, cada noche sale de su domicilio, ubicado en el Fraccionamiento México, y generalmente atraviesa la Alameda, el Cerrito de la Cruz y la zona Centro de la ciudad, visitando los contenedores que se encuentra para recoger los residuos que pueda vender a una chatarrera. Es una labor que precisa de varias horas; su jornada usualmente termina al amanecer del siguiente día.

Israel Ortega, presidente de la asociación de Recicladores Ecológicos de Aguascalientes (REA), calcula que, como José Isabel, hay 9,000 personas en la entidad que viven de la pepena. “Más sus familias. Si te fijas, hay ocasiones en que van acompañados por sus esposas y sus hijos, quienes les ayudan metiéndose a los contenedores para separar la basura”, añade.

¿El negocio de la pepena?

Ortega estima que un pepenador gana, en promedio, alrededor de 120 pesos al día. «Es un estándar. También depende de la persona y de su ruta. Hay algunos que tienen sus camionetas o bicicletas, por lo cual pueden recorrer y cargar más basura; hay otros que pepenan en zonas donde se generan más desechos, como el Centro».

Explica que el precio de cada uno de los residuos se basa en la ley de oferta y demanda; pero, aproximadamente, las chatarreras pagan de la siguiente manera: el kilogramo de PET, en 4 pesos; el de cartón, en 1.30 pesos; el de papel, en 1.50 pesos; el de aluminio, en 20 pesos.

Raúl Juárez López se dedicaba a la albañilería; sin embargo, lleva tres años recorriendo en su bicicleta los fraccionamientos de Loma Bonita, Canteras de San José y de San Javier como pepenador. Vive en la Barranca. Dice sentirse satisfecho si recolecta en un día 20 kilos de PET, cantidad que le requiere casi nueve horas diarias de trabajo. A la semana, junta alrededor de mil pesos de lo que logra vender.

A diferencia de Raúl, José Isabel vende diariamente el material reunido. Dice que hay días en los que gana 25 pesos, pero hay otros en los que consigue 70. «Según lo que me parta la madre es lo que voy a ganar; no tengo un sueldo fijo». Expresa que pepena porque no tiene la edad para que le den trabajo en una empresa. De acuerdo con estimaciones de REA, alrededor del 70 por ciento de quienes se dedican a esta actividad en Aguascalientes son de la tercera edad.

Eslabones del reciclaje

De acuerdo con Rodolfo Téllez Moreno, titular de la Secretaría de Servicios Públicos Municipales, el Relleno Sanitario de San Nicolás recibe diariamente 1,050 toneladas de basura provenientes de los once municipios del estado. En la capital, la labor de los pepenadores se traduce en la recuperación de 13 toneladas diarias de material reciclable. Aquellos residuos que no logran salvarse de los contenedores y que terminan en el relleno (cerca del 2 por ciento del total almacenado), son rescatados por cerca de 200 pepenadores que laboran ahí.

Ortega no duda en calificar a la pepena como uno de los cimientos del reciclaje; el primer engranaje en el negocio de la basura: «Si no existiera, considero que no habría infraestructura suficiente del Gobierno para poder llevar los desechos hasta el relleno sanitario; los contenedores se desbordarían. El pepenador lo vacía, se vuelve a llenar, llega otro y lo vuelve a vaciar. Es una ayuda extra a las autoridades”.

“Son un eslabón importante en la cadena de los residuos. Ellos, aparte de que no tienen un sueldo, se mantienen a sí mismos y son ecologistas naturales. Contribuyen al cuidado del medio ambiente al captar el material reciclable”, indica.

Una labor poco reconocida

El presidente de Recicladores Ecológicos puntualiza que la labor de los pepenadores no siempre ha sido reconocida por los gobiernos, al grado de que han llegado a ser perseguidos por administraciones anteriores. “¿Qué pasaría con las más de 9,000 personas que viven de esto? De alguna u otra manera tienen que llevar de comer a sus casas. Serían 9,000 individuos que podrían dedicarse al ilícito para subsistir”.

En este sentido, Israel Ortega destaca el apoyo que les ha brindado la alcaldesa capitalina, Tere Jiménez, al donar triciclos y equipo para que hagan su labor de manera más segura.

A la poca valoración que pueden recibir de las autoridades, se suma el hecho de que son propensos a sufrir discriminación por parte de la sociedad. En algunos fraccionamientos, cuenta Ortega, les niegan la entrada, los corren. Esta situación deriva, principalmente, de dos circunstancias: la primera, que hay delincuentes que se hacen pasar por recicladores para vigilar y robar domicilios; la segunda, que algunos de ellos dejan desorden alrededor de los contenedores, lo cual causa malestar entre los vecinos.

Otro factor que afecta a los pepenadores es su predisposición a sufrir problemas de salud debido a la naturaleza de su trabajo. La exposición continua a basura y contaminantes les puede generar afecciones respiratorias, cardiacas y estomacales; también pueden herirse con objetos punzocortantes. Es el caso de Raúl Juárez, que se enterró un clavo al estar dentro de un contenedor: “Pensé que me infectaría, pero afortunadamente no pasó nada”. Dice que una de las cosas que más echa de menos es estar afiliado al Seguro Social.

“Estoy tranquilo. De repente me ponen una llamada de atención, pero no tengo problemas. No tengo asco… Como gente humilde, me la paso de cotorreo. Me siento contento, sonriente… Volteo a un lado y veo que estoy vivo. Familiares me dicen: ‘Mira hasta dónde has caído’; pero así es mi vida y no me siento… No tengo vergüenza. Eso no existe, eso uno mismo se lo provoca”, concluye José Isabel.

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