Icono del sitio Líder Empresarial

El hábito del poder: líderes que moldean el tiempo

El Foro Internacional de Líderes en Conmemoración del Día Internacional de Recordación del Holocausto y la Lucha contra el Antisemitismo se llevará a cabo el 23 de enero en el Yad Vashem, el museo del Holocausto de Jerusalén. Allí, 47 líderes de diversas naciones asistirán para conmemorar el 75 aniversario de la liberación de Auschwitz.

El 3 de enero de este año, drones estadounidenses MQ-9 Reaper siguieron el vehículo donde viajaba el general Qasem Soleimani, comandante de la Fuerza Quds de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, minutos después, varios misiles impactaron el automóvil, terminando con la vida de ese líder.

Ese evento ha provocado atisbos de una guerra entre Estados Unidos e Irán, y ha removido viejas “negociaciones”, como la firma de un acuerdo nuclear con Irán, Rusia, China, Francia, Alemania y EUA, en el 2012, durante el mandato de Barak Obama, quien expresó: “Debemos trabajar todos juntos hacia un acuerdo con Irán que haga el mundo un lugar más seguro y pacífico.” A ese pacto, también se unía Reino Unido…

El escritor Christopher Clark cuestiona la manera en que los líderes “justifican sus actitudes y acciones a través de argumentos y conductas con cuños temporales específicos”. En este sentido, la historia de la humanidad se expresa a través de las relaciones entre el pasado, el presente y el futuro. Esta temporalidad, entendida como “la sensación intuitiva de un actor político de la textura del tiempo experimentado”, define entonces el papel de un líder frente a su tiempo para moldearlo, adecuarlo a sus formas de poder, y a sus hábitos para lograr esa sensación intuitiva.

«Los Tres Grandes»: Stalin, Roosevelt y Churchill

En la noche del 23 de julio de 1945, Winston Churchill ordenó que Stalin se sentara a su izquierda y el presidente Truman a la derecha, esto durante el banquete que ofreció a líderes militares y delegados después de la conferencia que convocó a “Los Tres Grandes” (Gran Bretaña-Estados Unidos-Rusia) en vísperas del término de la Segunda Guerra Mundial. Allí, Stalin propuso que la siguiente reunión sería en Tokio… de un momento a otro, en ese verano Rusia declaraba la guerra a Japón al entrar por Manchuria, con la Operación Tormenta de Agosto. Ésta, junto con el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki, representó la “conclusión” del conflicto bélico…

Churchill explicaba que los soviéticos siempre bebían en vasos muy pequeños –“Stalin no había alterado jamás este sistema”-, por lo que llenó de coñac dos, uno para Stalin y otro para él. Con gesto aprobatorio lo bebieron de un trago: el británico pondría a disposición de los rusos una base en Dedeagach, el mar libre de hielo, para llevar a cabo su plan, y Winston tampoco cambiaría su sistema de poder: la siesta, el adormecimiento de su “perro negro”.

Entre 1911 y 1915, Winston Churchill, Primer Lord del Almirantazgo, preparaba a la Marina Real contra los nazis, para ello, debía estudiar cuestiones navales, indagar en los detalles de las marinas alemana, italiana, japonesa como, por ejemplo, considerar que los dos acorazados alemanes a medio terminar, el “Bismarck” y el “Tirpitz”, transgredían los límites de tonelaje fijados.

Y mientras, Mussolini esperaba el curso de los acontecimientos, pero si éste actuaba –“es necesario no vacilar en dar órdenes en cuanto se manifieste el más ligero indicio de peligro”, afirmó Churchill-, el campo de batalla sería el mar interior, es decir el Mediterráneo, donde los británicos “limpiarían” el mar de barcos italianos en menos de dos meses. Y con respecto a Japón, la mayor preocupación del país nipón era Norteamérica, sin embargo, Inglaterra se defendería desde la fortaleza en Singapur, aunque “Singapur estaba tan lejos del Japón como Southampton de Nueva York”

El poderío de la flota británica daba certeza de ser el mejor instrumento del mundo en guerra naval -y aéreo también-, asegurando al lord Churchill rectificar los errores cometidos en los años de paz y hacerle frente al conflicto bélico.

Esos días arduos de Churchill… 

El también ministro del Interior, de Municiones, de la Guerra, de Colonias, de Hacienda, dos veces Primer Ministro, miembro del Parlamento durante 60 años, joven corresponsal de la Segunda Guerra de los Bóers (1899-1902) -a la que llevó 18 botellas de whisky-, detestaba las borracheras.

El “coctél de papá” -decían sus hijos- estaba más allá de esa burda repetición. Ese otro hábito de Churchill -champagne en el desayuno, durante el día whisky con soda y brandie en la comida y la cena- daba quietud a su “perro negro”, que era como él le llamaba a su constante depresión, una metáfora de la melancolía que lo acompañó siempre, y que convirtió al estadista en una imponente y mítica figura del liderazgo frente a su entorno bélico -y quizá contra sí mismo-…

Mientras calmaba la bravura de su “perro negro”, Churchill ponía en práctica otro hábito, “un sistema de vida” que ya había adquirido durante el Almirantazgo y que lo ayudaba a aumentar su capacidad de trabajo: la obligada siesta de una hora en las tardes, siempre y cuando el caótico mundo se lo permitiera, puesto que “la naturaleza no ha dado al cuerpo humano reservas suficientes para trabajar desde las ocho de la mañana hasta la medianoche sin que le conceda el tónico de aquella tregua de olvido…”, afirmó.

Es por ello que durante el tiempo en que dirigió a la Marina británica -aunque la prensa anunciara la labor de los ministerios relacionados con la defensa como “cinco hombres sin más quehacer que el de dirigir la guerra”, siendo Winston el más joven-, daba cuenta de las fuerzas físicas e intelectuales requeridas para lograr el estratagema bélico, pero que ese sistema le permitía trabajar hasta las dos de la madrugada o aún más tarde.

Este sistema se volvió una propuesta directa por parte del gran líder: “la recomiendo (la siesta) a todos aquellos que por un largo espacio de tiempo necesiten extraer hasta la última gota de jugo de su estructura humana”.

Estos hábitos, la siesta y su “perro negro” -y el poder también-, serían los compañeros de vida de Winston Churchill, quien recibió el jueves 15 de octubre de 1953 el Premio Nobel de Literatura, y que el sábado anterior, el también presidente del Partido Conservador, confesó en el congreso anual: “si deseo seguir en mi puesto, a mi edad, no es por amor al poder y a los cargos: estoy ampliamente saciado de ambas cosas”.

CODA: En aquella conferencia que convocó a “Los Tres”, Churchill dijo a Stalin: “Nada es definitivo. La Tierra sigue dando vueltas. No obstante, ahora hemos aprendido algo. Nuestra obligación es asegurar la paz del mundo por cincuenta años al menos […] (pero) no basta con mantener la paz”

Fuente: La saludable siesta, clave de la capacidad de trabajo, en «Memorias de Winston S. Churchill», La Vanguardia Española, jueves 1 de julio de 1948. https://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20131015/54388739631/literatura-premio-nobel-winston-churchill-politicos-estadistas-segunda-guerra-mundial.html

Salir de la versión móvil