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El pequeño equipo universitario que se convirtió en campeón mundial de robótica

Imagine que un huracán azota las costas de México. No se sabe cuántos heridos hay y los escombros que dejó el desastre dificultan el acceso. Aunque los rescatistas se apresuran, temen no llegar a tiempo. Alguien da con la solución: enviar un robot de rescate para localizar a los afectados.

Un joven equipo de ingenieros de la Universidad Panamericana, campus Aguascalientes, ha desarrollado un prototipo salvador que les brindó el primer lugar en la competencia internacional de robótica RoboCup 2016, celebrada en Leipzig (Alemania) a finales de junio y principios de julio.

Los estudiantes regresaron hace unas semanas a tierras hidrocálidas, donde sus familiares y amigos les han acogido con cariño y curiosidad tras su aventura europea, en la cual demostraron al mundo el poder del made in Aguascalientes.

El equipo, el proyecto

Fernando, Gilberto (Ingeniería en Electrónica y Sistemas Digitales), Cinthia Verónica (Ingeniería en Innovación y Diseño), José Santiago, Juan, Fernando (Robótica) y los dos Luises (Ingeniería Mecatrónica) desarrollaron un robot pensando en las consecuencias de los desastres naturales y sus víctimas.

Fabricaron un prototipo teleoperado al cual bautizaron como Ixnamiki Nahui (en náhuatl, ixnamiki significa ‘buscar personas’ y nahui es el número cuatro). Según sus creadores, sabe realizar exitosamente su labor en el complicado proceso de rescate en derrumbes por terremotos e, incluso, en inundaciones, donde la gente se queda atrapada en casas o edificios.

Cinco años y un importante motor: el talento

Ixnamiki fue un proceso en el que la UP invirtió casi cinco años. Competir con los presupuestos y facilidades en desarrollo tecnológico que tienen algunas universidades internacionales fue complicado, pero pudo hacerles frente con una herramienta: talento.

Dentro de su proceso de preparación, el grupo de estudiantes, primeramente, evaluó la orientación que tendría el proyecto, basándose en presupuestos y modalidades del torneo. Las categorías en las cuales podían competir eran: mayordomos inteligentes (home), robots futbolistas (soccer) y asistentes en el auxilio a personas (rescue).

El lado humano fue fundamental para desarrollar la idea. Participar en las divisiones soccer o home no resultaba atractivo, tanto por los elevados costos como por la poca aportación que se podría hacer a la preservación de la vida humana. Así que eligieron competir en la modalidad rescue.

Se emprendió un proyecto en el cual la habilidad de los jóvenes sería importante. Por medio de sus conocimientos, construyeron las herramientas que mejorarían el funcionamiento de su prototipo. Ellos estaban conscientes de que solo lograrían el mejor resultado por medio del trabajo constante, aunque esto les costaría cansancio y agotamiento.

“La preparación para la RoboCup 2016 fue un proceso de todo un año y comprendió la planeación del diseño, presupuestos, mejoras basadas en lo detectado en torneos anteriores, pruebas del prototipo y finalmente el viaje a la competencia”, detalla Ramiro Velázquez, director de ingenierías y egresado de la UP, quien se muestra orgulloso por haber participado en este tipo de certámenes y ahora ser parte de la formación de nuevos equipos.

Un equipo a prueba de presiones

Aprender de los errores previos, corregirlos e idear soluciones, engloba la filosofía de los ocho estudiantes que formaron un grupo triunfador reuniendo las disciplinas de mecatrónica, diseño, electrónica y robótica.

Daniel Arriaga, capitán del conjunto y participante de tres RoboCup, fue clave para persistir en momentos de presión, pues motivaba a todos a estar al nivel de los demás competidores. El resto de los integrantes valoró el carácter del líder y correspondió a su entusiasmo, contagiándose de un estado de ánimo que no daba paso a la medianía.

El otro gran pilar de los alumnos fue, sin duda, la profesora Begoña Noriega, quien mantuvo el ímpetu y el orden de los jóvenes, dándoles soporte anímico y moral. También fue quien se encargó de facilitar el descanso a quien lo necesitara y cubrir las necesidades de un equipo expuesto a una exigencia máxima. Todos coinciden en que la concentración y la relajación no se habrían logrado sin ella.

Dentro del grupo, cada uno tenía distintas perspectivas: los nuevos integrantes mostraban su hambre por aprender y lograr sus metas; mientras que quienes ya habían competido anteriormente traían consigo el orgullo por su progreso, así como la ilusión de mostrarse a la altura de los mejores participantes.

“Compites con personas de mayor edad y preparación; pero hacer el trabajo bien y constante hace que esto deje de importar y estés a su altura”, asegura Santiago, estudiante que ya había estado en ediciones pasadas de este certamen. Recordando la tristeza que lo invadía al sentirse superado por otros países, cuenta que la historia es diferente ahora: está a punto de egresar y se siente pleno por haber cumplido algunos de sus sueños por medio de este proyecto.

El director de ingenierías tiene el mismo sentimiento. En su opinión, gran parte de su vida profesional se dio gracias a un torneo de robótica, por lo cual cree que estas competencias deben ser vistas como una cuna de oportunidades para los alumnos: “amplían su proyección en el campo laboral al desarrollar herramientas y sistemas aplicables en situaciones reales”.

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