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El cristo levantado en memoria del Pueblo Viejo de San José

Por Alejandro Basáñez Loyola

Autor de las novelas históricas de Ediciones B: México en llamas; México desgarrado; México cristero y Tiaztlán, el fin del Imperio Azteca

a.basanez@hotmail.com

Twitter: @abasanezloyola

Facebook: @alejandrobasanezloyola

 

El hombre ha buscado honrar la figura de Jesucristo por medio de imponentes efigies construidas en las cimas más altas del mundo. Aunque en Aguascalientes no se logró alzar en una montaña, sí se construyó al cristo más grande de México en la superficie de una isla. El Cristo Roto de San José de Gracia arranca el aliento desde que se le contempla imponente a la distancia. Está ahí, en medio del agua, con cuerpo mutilado, sin cruz.

En sus orígenes, San José de Gracia fue poblado por indígenas chichimecas y caxcanes que provenían de toda Nueva Galicia (Jalisco, Nayarit, Aguascalientes, Zacatecas y Colima) y huían de los voraces encomenderos españoles, deseosos de enganchar esclavos para sus haciendas. Los primeros asentamientos se dieron en las faldas de la Sierra Fría, lugar que con el correr del tiempo se llamaría De Martha. Esto sucedió entre los años 1673 y 1675.

Un evento singular cambiaría la forma de pensar de los habitantes de este pueblo y acrecentaría su devoción cristiana. Una mañana apareció en el pueblo una mula cargando una caja de madera. El animal no tenía dueño y llamó la atención de los pueblerinos, pues terminó por pararse en la entrada del templo. La gente tomó la caja y encontró en su interior a un hermoso cristo redentor crucificado, esculpido en madera. La estatuilla era el Señor Original, la representación que se convertiría en la más querida y adorada de estos fieles.

Los pobladores realizaron una peregrinación y glorificaron la imagen con flores, cantos, rezos. Le pedían por sus cosechas y el cuidado de sus familias. Al final, fueron correspondidos como esperaban y consideraron a la figurilla como el Santo Patrono de San José.

En la guerra de Independencia, el cura don Miguel Hidalgo y Costilla, después de haber sufrido la derrota en el Puente de Calderón (19 de enero de 1811), llegó a esta tierra dejando su presencia indeleble en la ruta de la libertad. Se refugió entre la gente cálida del poblado por cinco días y, posteriormente, partió a la Hacienda de Pabellón de Hidalgo, donde Ignacio Allende le quitó el mando del movimiento insurgente.

Muchos años después, cuando México ya era un país independiente, la iglesia y el gobierno mantenían una abierta confrontación. Durante la Guerra Cristera, hubo una disputa por los terrenos en el pueblo entre religiosos y generales; lo cual causó que el presidente Plutarco Elías Calles mandara construir la primera obra hidráulica del país para irrigar la región agrícola aguascalentense. Debido a esta situación, San José perdió la cabecera municipal por decisión de la legislatura municipal; sin embargo, la recuperaría en 1934 y sería confirmado como municipio en 1953.

Pero, la pérdida de la cabecera municipal no sería la mayor de sus desgracias. El cauce de la presa era tan grande que terminó por inundar el poblado, incluso la torre del templo fue cubierta por el agua. Para 1930, el Pueblo Viejo de San José estaba totalmente abandonado y había vuelto a levantarse en lo que ahora es conocido como San José de Gracia.

El Cristo Roto forma parte de un proyecto de turismo religioso. Mide veinticinco metros con cinco de base y representa el éxodo de la población del Pueblo Viejo de San José.

Su construcción representó un gran desafío, pues todos los materiales utilizados tuvieron que trasladarse a una de las dos islas de la presa. Por esta razón, se realizaron constantes viajes las 24 horas del día; de hecho, se recorrió una distancia total de 2,587 kilómetros, casi la distancia de México a Ensenada.

La obra se terminó en 71 días; inició el 5 de febrero de 2006 y se concluyó el 16 de abril. Veintidós días se necesitaron para armar y colocar en medio de la isla al imponente cristo mutilado. Su autor es Erasmo Aguilar y el tallador, Miguel Romo Santini.

En este santuario, hay un museo al aire libre en el cual se pueden apreciar diferentes cristos a escala, patronos de las principales iglesias del estado, cada uno con una historia diferente que contar sobre los milagros que han concedido.

Que el coloso se encuentre mutilado obedece a la siguiente leyenda: un sacerdote, que buscaba un cristo en una tienda de antigüedades, encontró uno sin cruz, con media pierna derecha y rostro desfigurado. El desconcertado cura lo llevó a su casa y en la noche, entre sueños, cuestionó a Dios sobre la imagen. Una voz le respondió que la dejara así, sin reparar, porque esos miembros rotos recordaban a los hermanos discapacitados: “rotos, mutilados, enfermos, oprimidos, porque la vida les ha cerrado los caminos; sin una cruz, porque les han quitado la honra… porque son como un cristo roto”. Por eso, este lugar está dedicado a los enfermos, oprimidos, humillados e indigentes.

El monumental cristo es el onceavo más grande del mundo (el primero es el Cristo de la Paz, en Bolivia, con una altura de 34.5 metros; mientras el de Corcovado, en Río de Janeiro, se ubica en el cuarto puesto, con 30 metros).

El Cristo de San José de Gracia es el más alto de México, pues supera al del Cubilete, en Silao (20.5 metros); al de las Noas, en Torreón (21.8 metros); al del Sagrado Corazón, en Rosarito (23 metros); y al de los Álamos, en Tijuana (23.3 metros).

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