A propósito de la renuncia en días anteriores de Germán Martínez como Director Nacional del Instituto Mexicano del Seguro Social -en la que deja entrever una serie de puntos que sustentan mi titular- hay algunos cuantos temas del IMSS que me gustaría exponer de forma breve ante este extenso tema.
El Sistema de Seguridad Social en México desde hace un buen tiempo se encuentra colapsado, ya que es ineficiente, inhumano, indigno, plagado de corrupción e indiferencia; la incompetencia y el nepotismo hace gala de las peores prácticas de gobernanza y política pública. Incluso en la obra maestra de Carlos Elizondo Mayer-Serra “Por eso estamos como estamos: la economía política de un crecimiento mediocre” se explica con lujo de detalle la problemática y la estadística de lo anterior.
En México, vivir la enfermedad de algún familiar en una institución de salud pública resulta psicológica y emocionalmente desgastante. Tanto médicos como enfermeras del Seguro Social -salvo honrosas excepciones-, brindan una atención deplorable. Aunado a esto el desabasto de medicamento y la infraestructura obsoleta e insalubre que data de mediados del siglo pasado hace que acudir a un hospital público practicamente sea una recreación de “La Divina Comedia” de Dante Alighieri.
Huelga decir que conozco en cierta forma las entrañas de este Sistema de Seguridad Social ya que mis padres dedicaron prácticamente su vida entera a tratar de mejorar día a día una institución tan desprestigiada, pero a la vez tan acotada como el IMSS.
Recuerdo con mucha admiración mi niñez acompañando a mi madre en alguna ocasión a supervisar cada rincón de la Unidad de Medicina Familiar, en cuanto a pulcritud e higiene se refiere. Así también a un buen abasto de medicamento con las extenuantes quejas de los derechohabientes, además de llevar a cabo todo lo administrativo-contable en una jornada laboral que parecía demasiado corta.
En relación a lo anterior algo que quedó en mi memoria fue uno de aquellos rondines de supervisión de mi madre, donde me tocó ver como prácticamente un individuo encargado del aseo y limpieza se encontraba tomando una plácida siesta en un pequeño anexo mientras se necesitaba limpiar de inmediato el área de urgencias. La situación molestó bastante a mi madre, quien le levantó un acta de amonestación sin saber que la acción despertaría un feroz hostigamiento de lo que años más tarde conocería como la gran tara del desarrollo económico: El Sindicalismo…
Y es que desde muy temprano conocí algunos de los grandes problemas de México: Política de Salud Pública ausente, Sindicalismo Charro, ineficiente distribución de los recursos del erario y secuestro del IMSS por parte de la SHCP, la corrupción rampante y descarada en licitaciones y designación de puestos, ambición de especialistas privados, sin mencionar el generoso aunque desigual sistema de pensiones.
Sólo me queda tener la esperanza de que algún día cada uno de los mexicanos pueda gozar de un Sector de Seguridad Social mucho más digno y humano…