Por: Leonor Vásquez Marín, miembro de la Asociación Mexicana de Agentes de Seguros y Fianzas (AMASFAC) Capítulo Aguascalientes
Pareciera que todo está escrito: nacer, crecer y morir son etapas evolutivas que transitaremos en algún momento. Eso está ya definido, pero lo verdaderamente importante radica en qué desarrollamos en cada etapa.
Nacemos siendo dependientes del ser que nos albergó por nueve meses en su vientre. Nuestro entorno, los primeros años, las escuelas a la que asistimos, los compañeros con los que convivimos, y las relaciones que construimos día a día (muchas veces sin hacerlo consciente) nos llevan a convertirnos en las personas que ahora somos.
Aún más, hablar del ciclo de vida es hablar también de un ciclo financiero. Iniciamos siendo dependientes. Avanzamos y crecemos tanto en conocimiento como en aptitudes que nos permiten una independencia financiera. Las decisiones, herramientas y cimientos que acumulemos nos permitirán vivir una adultez plena; así, la independencia financiera se reflejará en calidad de vida óptima.
Constantemente estamos expuestos a riesgos que ponen en peligro nuestra salud, nuestro patrimonio y nuestra vida misma. En ese sentido, la reciente pandemia puso en manifiesto nuestra vulnerabilidad.
Ser previsores permite afrontar, mediante instrumentos de protección (como los diferentes tipos de seguros), posibles gastos catastróficos derivados de una hospitalización prolongada. También, si llegáramos a fallecer, nos permite dejar un recurso económico a quienes dependen de nosotros. Al ser tomadores de decisiones, tenemos a nuestro cargo la responsabilidad y la posibilidad de transformar para bien la vida de alguien más. Esta es una forma de trascender. De tal forma, trascender nos permite continuar presentes a pesar de haber dejado de existir físicamente. Es ahí donde una buena y oportuna planeación financiera hace la diferencia.