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El capitán Hernando Martel

Por Alejandro Basáñez Loyola, autor de las novelas históricas: México en llamas; México desgarrado; México cristero; Tiaztlán, el fin del imperio azteca; Santa Anna y el México perdido; Ayatli, la rebelión chichimeca; Juárez ante la Iglesia y el Imperio. Facebook @alejandrobasanezloyola

Antes de la llegada de los españoles al Bajío, la zona de Lagos de Moreno era habitada por agresivas tribus chichimecas, conocidas como guachichiles, tecuexes, zacatecos y caxcanes. Era una zona tan indómita que ni los mismos mexicas o tarascos, como imperios legendarios, jamás pudieron someter.

Englobados con el término de chichimecas, eran indígenas acostumbrados a dormir en la intemperie y comer lo que ni un zopilote se atrevía. Eran feroces y temidos rivales porque, hasta cierto modo, no había manera de quitarles algo, por estar acostumbrados a vivir sin nada.

El 31 de marzo de 1563, el alcalde mayor en Teocaltiche, Hernando Martel, fundó la ciudad con el nombre de Villa de Santa María de Lagos (Lagos de Moreno), el objetivo de la villa era brindar refugio a los españoles que viajaban de la Ciudad de México hacia Zacatecas, por el Camino de la Plata.

Santa María, antes de su colonización, era habitada por tribus chichimecas bastante aguerridas, de ahí el origen del mote “los bravos de Jalisco”. Fue necesario construir haciendas y fuertes, cada cierta distancia, para defenderse de los constantes ataques sorpresa de estas tribus indómitas, que a pesar de haber sido derrotadas en la Guerra del Mixtón, con todo y su líder Tenamaztle, aún seguían rondado la zona con sed de venganza.

Los mineros españoles decidieron fundar Aguascalientes, como una ciudad estratégica más, para expulsar y someter a los indómitos chichimecas. Como testimonio de su fundación tenemos la Cédula Real, firmada en nombre del rey Felipe II, por el presidente de la Audiencia de la Nueva Galicia, el licenciado Gerónimo de Orozco, fechada en Guadalajara el 22 de octubre de 1575.

Los primeros años de vida de la villa fueron inciertos y por momentos se pensó en olvidarse definitivamente de ella. Los ataques de los chichimecas no cesaban, y a veces arremetían con furia inaudita sin poder repeler debidamente el ataque que llegaba por todos lados.

A doce años de su fundación, el corregidor de Teocaltiche, en un informe de 1587, señaló que Aguascalientes contaba tan sólo con dos vecinos, un caudillo y 16 soldados que vivían en el fuerte que se construyó pocos años antes de fundada la villa. En diciembre de 1593 Aguascalientes sufrió una letal ofensiva chichimeca que la dejó devastada, lo que obligó a la Audiencia de Guadalajara a invitar a sus moradores a olvidarse de vivir ahí y mejor mudarse a la Perla del Pacífico.

Oriundo de Sevilla, hijo de Juan Escobar y de Beatriz Gallegos, Hernando Martel nació en 1515. Llegó a tierras de Nueva Galicia en 1538, fue fundador y alcalde mayor capitán de Lagos en 1559, de acuerdo con el testimonio en 1585 de Hernando Gallegos, su hijo y también alcalde de Teocaltiche.

La historia de los Altos de Jalisco durante el siglo XVI fue forjada por un grupo de valientes conquistadores de Nueva Galicia, venidos con Hernán Cortés y continuada por sus hijos y nietos, una conquista financiada por ellos, con el beneplácito del rey.

Titanes como don Juan de Tolosa, quien se casó con Leonor Cortés Moctezuma, la hija de Hernán Cortés y Tecuichpo Moctezuma; Cristóbal de Oñate, socio de Tolosa y tres veces gobernador de Nueva Galicia; la bestia española Nuño de Guzmán, el más cruel y salvaje conquistador español, famoso por quemar vivo al Cazonci tarasco; los hermanos Diego y Miguel de Ibarra, Hernando Martel y su hijo Hernando Gallegos, fueron las espaldas que sostuvieron esta riesgosa aventura desde sus inicios. Su sueño sería secundado por muchos otros aventureros, que tenían las viejas ideas de conquista, amor a la religión católica, lealtad al rey y la obsesión de gloria y riqueza.

Hernando Martel continuó con la obra emprendida por Juan de Tolosa, descubridor de la mina de la Bufa en Zacatecas y quizá el hombre más rico del siglo XVI. Martel recorrió infatigablemente las tierras chichimecas como emisario de paz, y como mano dura en caso de agresión contra su gente. De muy joven participó en la guerra del Mixtón en calidad de soldado, bajo las órdenes del capitán Juan de Villalba.

Como paladín de los Altos de Jalisco, ayudó a sofocar otras rebeliones en lugares tan lejanos como Compostela. Como premio a sus servicios se le dio en encomienda la mitad de los indios del Tepeque. De regreso en tierras chichimecas, las recorrió infatigablemente, acompañado de treinta valientes soldados españoles pagados a sus expensas y dispuestos a todo con tal de pacificar la zona. Muy pronto, los chichimecas se dieron cuenta de que contra este caudillo había poco margen de error.

Martel sembró el terror entre los indios que merodeaban las tierras comprendidas entre Nochistlán, el peñón del Mixtón, la Comanja, Teocaltiche y el solitario camino que iba de Zacatecas a Guadalajara, por el lado de los llanos.

Su dominio absoluto de la zona lo llevó a proponer a la Audiencia de Guadalajara en 1562 la fundación estratégica de Santa María de los Lagos, una villa de españoles en un lugar por donde pasaban con frecuencia tribus de chichimecas. Con esta fundación Hernando Martel confirmó su privilegio sobre estas benditas tierras y durante largos años fungió como alcalde mayor de la villa de Lagos y de los llanos del Tecuán, y también como corregidor de Teocaltiche.

Acompañado de sus soldados y de su hijo Hernando, cuando éste ya tenía quince años y pintaba negra barba, Martel hizo seguros los caminos, dio protección a colonos y comerciantes. Entró a fuego y hierro en los campamentos chichimecas para rescatar a españoles secuestrados y a niños huérfanos, tanto chichimecas como españoles, para entregarlos a familias españolas que les dieran una digna educación cristiana. Se dice que por este polémico medio llevó a la fe cristiana a mil quinientos infantes.

En sus memorias reconoció como otro de sus méritos el haber matado en guerra a muchos chichimecas deplorables que sólo asaltaban, violaban y atacaban a colonos. Aprehendió a cientos de indios enemigos, juzgándolos según la ley. Invirtió toda su fortuna y la de su hijo en servir de esta forma al rey, lo que lo llevó a declararse en bancarrota en 1571 y pedir a su majestad que en alguna forma recompensara sus servicios para rehacer su hacienda y llevar una vida digna.

El control de Martel sobre estas tierras fue trasladado a su vástago, don Hernando Gallegos, igual de valiente y emprendedor que su padre, quien también durante largos años fungió como eficiente corregidor de Teocaltiche, ampliando su gobierno hasta la recién fundada Villa de Nuestra Señora de la Asunción de las Aguas Calientes.

La siguiente vez que se crucen con una calle con el nombre Martel, recuerden que este héroe hizo posible vivir en el Aguascalientes naciente del siglo XVI.

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