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El buen vivir (y el buen morir) en el mundo

The Economist Intelligence Unit (EIU) desarrolló un Índice basado en una metodología única “quality of life”, vinculada a los resultados de la satisfacción con la vida subjetiva. Se trata de encuestas que permiten conocer determinaciones objetivas sobre la calidad de vida entre los habitantes de los países.

El índice se ha calculado cada cinco años desde el 2005. Durante estos ejercicios, se han superado de la mejor manera los anquilosados cálculos del bienestar material, como la medida del PIB por persona. Es importante decir que este tipo de medidas no pueden explicar por sí mismas facetas como las actividades de mercado, los males sociales, el medio ambiente y la contaminación.

Por eso, los nuevos enfoques han enfrentado insuperables dificultades para asignar valores a los factores intangibles que constituyen una medida más amplia de bienestar socio-económico.

Con este tipo de ejercicios centrados en la calidad de vida multidimensional, ciudades australianas y neozelandesas han repuntado de manera importante. Su comportamiento reciente con relación a la pandemia les concede razón en el sentido de presentar sociedades cuyo comportamiento hizo patente, además de su bienestar, una construcción sólida de ciudadanía.

Llama la atención que, con esta metodología, ciudades latinoamericanas como Brasilia, Montevideo, Medellín, Guadalajara, San José de Costa Rica y Monterrey se encuentren dentro de las 70 ciudades americanas con mayor calidad de vida. Esto las sitúa a tan sólo cinco o seis lugares de ciudades como Nueva York o Los Ángeles.

Ciertamente, presentan poder adquisitivo mucho menor, pero con indicadores semejantes en temas como seguridad y sanidad; así como otros francamente mejores como el costo de vida o el precio de las propiedades (y no digamos las bondades del clima).

Hay ciudades de menor tamaño como Aguascalientes y Querétaro que empiezan a ser valoradas por encima de los 150 puntos (que las equipara a Toronto y Montreal, en Canadá). Esto pudiera dar pauta para convertirlas en ciudades que se vuelvan atractivas para el retiro de pensionados de Europa y Norteamérica.

Calidad de vida en ciudades mexicanas seleccionadas

                                                        

Fuente: The Economist Intelligence Unit (EIU)

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El Índice de Calidad de Muerte

La Unidad de Inteligencia de The Economist Quality of Death Index, destaca también en estos avances —así como en visibilizar desafíos y lagunas restantes en políticas e infraestructura—.

Todos esperan una buena muerte, o más bien, «una buena vida hasta el final” pero, hasta hace poco, hubo poco esfuerzo e inversión dedicados para proporcionar los recursos y la educación necesarios para ello.

El compromiso público y las intervenciones políticas propias para mejorar la calidad de muerte a través de la provisión de alta calidad en los cuidados paliativos han ganado impulso en los últimos años. Algunos países han hecho grandes avances en la mejora de un acceso asequible a estos.

A México lo ubican como un país de baja demanda y de pobres recursos en materia de cuidados paliativos. Países latinoamericanos como Chile y Costa Rica, con niveles altos en Calidad de Vida, también se presentan con mayores probabilidades de crecimiento en el Índice de Calidad de Muerte —toda vez que cuentan con mayor soporte para proporcionarlos y por ello se encuentran cada vez más demandados—.

 Índice de Calidad de Muerte: posición de 50 países

Fuente: The Quality of Death Index Ranking palliative care across the world

A diferencia del “Índice de Calidad de Vida” (su complemento), el “Índice de Calidad de Muerte” clasifica a las naciones con base en su provisión de cuidados paliativos, acceso a tratamientos analgésicos, políticas y fondos públicos para enfermos terminales (así como percepciones individuales y comunitarias sobre la muerte).

En materia de calidad de muerte la tabla es encabezada actualmente por el Reino Unido, pero seguido de cerca por Australia y Nueva Zelanda —cuyas ciudades, por cierto, también encabezan la calidad de vida—.

Es interesante ver qué países latinoamericanos empiezan a escalar en este índice como Chile (lugar 27) o Costa Rica (lugar 29). México se ubica en el lugar 43 junto con Brasil (lugar 42). 

El estudio realizado por la EIU contempló 80 países. Los resultados son muy interesantes, pues incluso en las naciones que disponen de un sistema de salud eficiente, las personas sufren una pobre calidad de muerte (aun cuando se presente de forma natural).

La investigación muestra lo siguiente:

Los cambios demográficos aumentan los desafíos que enfrentan los gobiernos en proporcionar cuidados paliativos a las poblaciones que envejecen.

Ha surgido una agenda desde que la EIU publicó su primer Índice de Calidad de Muerte; por supuesto, ahora con un aumento en el número de países incluidos. Está claro que algunos países intensifican sus esfuerzos para garantizar que todos los ciudadanos tengan acceso a los cuidados paliativos.

Si bien los desafíos que enfrentan los países pueden ser diferentes, una serie de intervenciones cruciales podría ayudarlos para mejorar la calidad en el cuidado paliativo y ponerlo a disposición de un mayor número de personas. Estos incluyen:

Tal como señala la Alianza Mundial para el Cuidado Paliativo, en gran parte del mundo no existe ningún tipo de cuidados para el fin de la vida. La organización calcula que unos 100 millones de personas en el mundo podrían beneficiarse con algún hospicio y asistencia para morir bien. Sin embargo, sólo 8% de ellas tienen acceso a éstos.

“Los cuidados paliativos mejoran la calidad de vida de los pacientes, tanto adultos como niños, que afrontan los problemas inherentes a una enfermedad potencialmente mortal. Además, también mejoran la calidad de vida de sus allegados. Los cuidados paliativos se concretan en la prevención y el alivio del sufrimiento mediante la detección precoz y la correcta evaluación y tratamiento del dolor y de otros problemas, ya sean de orden físico, psicosocial o espiritual” declara la Organización Mundial de la Salud.

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