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El aumento de personas en los cruceros viales de Aguascalientes

En los últimos años Aguascalientes, y demás Estados del Bajío, han sido ejemplo de crecimiento económico, llegando a tener niveles por arriba del PIB Nacional, lo que ha traído consigo que sea una zona ampliamente recomendable para inversionistas tanto extranjeros como nacionales, sin embargo, a la par de esta bonanza económica, habría que analizar los fenómenos sociales colaterales y las políticas públicas enfocadas a ello.

Cabe mencionar, que crecimiento económico, no es igual a desarrollo económico, ya que éste último involucra distintos aspectos que lo convierten en un concepto más transversal y se mide por lo menos al mediano y largo plazo. Por tanto, habría que reflexionar si el crecimiento económico de la entidad, ha propiciado un mejor desarrollo del mismo.

Por tanto, en esta ocasión traigo a la mesa esta reflexión, debido a que en los últimos meses ha llamado mi atención el aumento considerable de personas en los cruceros viales.

Hoy en prácticamente la mayoría de los cruceros viales de relevancia, se puede encontrar a algún migrante de la etnia Garífuna de Honduras pidiendo dinero para continuar su camino hacia Estados Unidos, mujeres indígenas con niños en brazos, niños o jóvenes lavando parabrisas, vendedores de todo tipo de cosas, personas llevando a cabo alguna suerte, o hasta los típicos individuos que con una historia “conmovedora” tratan de obtener unos cuantos pesos. Lo que conlleva a que cualquier automovilista se pueda sentir abrumado ante lo insistente de todas estas personas que aprovechando lo congestionado de ciertas vialidades y grandes filas de autos, tratan de subsistir de esta forma, que incluso ya ha traído consigo un gran debate en algunas otras urbes del país.

Lejos de experimentar un sentimiento de inmisericordia ante la cara de aflicción de aquella señora que pide una moneda ante los inclementes rayos del sol, o aquel niño que entre su mirada inocente, te produce una gran frustración ver su niñez apartada tal vez de la escuela o incluso de los juguetes y su misma situación vulnerable, nos lleva a diversas preguntas como ¿Haré bien en darle unas cuantas monedas? ¿Que estará haciendo el gobierno?; Y algo que muy pocas personas se preguntan: ¿Qué estoy haciendo yo para contribuir a mejorar las condiciones de vida de estas personas? ¿En qué puedo colaborar? Todos estos cuestionamientos debatibles por doquier.

Sin embargo, a pesar de lo cotidiano de esto, al parecer no ha surgido alguna solución de raíz para poder combatir estas prácticas. Desconozco a detalle los programas sociales de las Secretarías de Desarrollo Social de los tres niveles de gobierno, pero pareciera ser que es un problema tan añejo del cual no ha habido una solución satisfactoria.

No obstante, actualmente pudiera ser una gran oportunidad para realizar algún foro de organizaciones civiles relacionadas, o bien desarrollar alguna especie de concurso en la que el ganador fuese aquel que delinee una propuesta de solución innovadora, apegada a la realidad que permita que estas personas salgan de esta circunstancia, incluso si esta ha sido ya una forma de vida.

Por otro lado, por el segmento de población relacionado es imperante estar al pendiente de que el gobierno realice una intervención de política pública con la sociedad civil para ejecutar acciones preventivas de este fenómeno tan paradójico en nuestro Estado que goza de los mejores indicadores económicos e incluso de distribución de riqueza. Me gustaría extenderme unas cuantas líneas más para poder plantear tal vez algunas acciones más concretas, pero será en otra ocasión, de momento lo dejo a su reflexión estimado lector. Asociaciones civiles interesadas existen y también instituciones como el ICTEA, las Secretarías de Desarrollo Social, las Secretarías de Economía e incluso el CECOI, solo es cuestión de sinergia y disposición.

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