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Manuel Felguérez, el artesano de las tres mil y una realidades

Actualización 8 de junio 2020 (Texto original: 30 noviembre 2019)

Manuel Felguérez pudo vivir más de tres mil vidas en una sola. Su pasión por el arte le hizo renacer en cada obra que plasmaba, de ahí que consideraba que las más de tres mil manifestaciones artísticas que llevaba en su memoria eran prácticamente la narrativa de una realidad distinta que él había presenciado.

Este 8 de junio, el maestro mexicano del arte abstracto falleció, pero también se inmortalizó con su gran legado artístico que nos permite, a través de la apreciación, conocer lo que fue su vida. En Líder Empresarial recordamos nuestra charla con Manuel Felguérez, en la que plasmamos sus palabras que hoy toman más sentido que nunca…

“El arte viene del arte” es la forma en la que Manuel Felguérez define cómo un gusto que le despertó de forma repentina se convirtió en su vocación. Quizá innata o probablemente desarrollada con el paso del tiempo; no lo sabe. El maestro mexicano del arte abstracto tiene más de 90 años y desconoce aún cómo llegó la inspiración para dedicarse a lo que hoy sigue haciendo.

Más de tres mil obras respaldan su trayectoria. Es uno de los artistas con mayor reconocimiento en el mundo. Lo increíble es que su pasión surgió a raíz de un conjunto de situaciones que poco tenían que ver con la disciplina que lo atrapó. 

“Como todo niño, no tenía la menor idea de por qué fui escogiendo mi camino. Quizá lo único que puedo relacionar es mi gusto por los animales. Me llamaban la atención las especies disecadas. Quería mostrar de forma gráfica algo que luciera así”, relata.

La naturaleza fue un detonante para vincularse con el mundo artístico. En su juventud fue Boy Scout. Le gustaba tomar su navaja y tallar palos de madera hasta formar figuras con características vagas. Ser parte de esta organización le permitió conocer Europa, el lugar de sus amores donde tuvo su primer contacto con el arte:

“Era el año de 1947, la situación no era fácil pues había mucha pobreza producto de la guerra. Lo único que podíamos visitar eran los museos […] En ese viaje conocí el Británico, el de Louvre, el Vaticano y otros sitios especiales. A partir de ese momento, todo se convirtió en arte”.

En su regreso a México, Felguérez quería obtener más conocimientos de lo que había visto en Europa y sabía que para poder adentrarse a ese “nuevo” mundo necesitaba estudiar algo relacionado con la materia. Al poco tiempo, decidió ingresar a la Antigua Academia de San Carlos en la UNAM, escuela que resultó decepcionante para el entonces aprendiz:

“Duré sólo dos meses. Recuerdo que me pidieron dibujar un jarrito mexicano. Al terminar tiré a la basura ese dibujo […] Decidí salirme de San Carlos, trabajar y juntar dinero para volver a Europa”

El sueño se cumplió años más tarde. Felguérez regresó a Europa para estudiar en la Gran Academia de Chaumiere, donde conoció a Ossip Zadkine, un profesor que marcó un antes y después en su carrera: “Fue uno de los mayores cubistas de la época, y quizá la persona que más influyó en mi carrera”, menciona.

A raíz de su paso por Chaumiere, Felguérez desarrolló la vida y obra que muchos conocen y que lo llevaron a ser distinguido con el Premio Nacional de Ciencias y Artes, así como a ser requerido por universidades de prestigio como Harvard y Cornell. Sin embargo, detrás de esa gran mente hay más que reconocimientos. Felguérez es humildad, trabajo y un sinfín de realidades manifestadas en osados trazos. Y también en palabras únicas…

Líder Empresarial (LE): ¿Cómo es un día de Manuel Felguérez?

Manuel Felguérez (MF): Me levanto medio tarde. Desayuno a las 9 y a las 10 estoy ya en el estudio viendo qué puedo crear. A las 12 descanso y me tomo un tequila. Después de eso leo y estudio. A las 6 vuelvo al taller y de ahí hasta las 9. A veces doy clases, viajo. Pero todas mis actividades tienen que ver con el arte.

LE: ¿Cuál fue la clave para llegar a donde está hoy?

MF: Todos los artistas vamos por dos caminos: la creación y la difusión. Pero la suerte también juega en este mundo. Mi primera exposición fue en el 54, en el Instituto Francés. Gracias a esa muestra me gané una beca para estudiar en Francia. Muchas cosas importantes vinieron luego de ese momento.

LE: ¿Qué fracaso y triunfo recuerda más?

MF: El arte es creación, por lo tanto invención. Se trabaja como en la ciencia, a prueba y error. Cada obra es una aventura que no sabemos dónde acabará, por lo que hay momentos muy angustiosos que nos llevan a varios fracasos. Sin embargo, luego esos fracasos resultan un éxito con el pasar de los años.

LE: ¿Tiene una obra favorita?

MF: En plan publicitario, mi mayor éxito ha sido el mural que hice para las Naciones Unidas que se inauguró hace casi un año. Tiene un nombre que pocos entienden: “2030”. Ahí retrato la pobreza de forma simbólica aludiendo al programa actual de la ONU que nos plantea muchas mejoras por lograr.

LE: ¿Quién fue la figura que más lo inspiró?

MF: Cuando era estudiante, sin duda, mi maestro Zadkine. Pero también tuve grandes personas alrededor como Rufino Tamayo, Octavio Paz y Juan García Ponce. Me mostraron que el trabajo todo lo logra. Claro, con un poco de suerte.

LE: ¿Hay un Manuel Felguérez sin arte?

MF: Hubo un momento en el que no era artista, sino artesano. Por razones de subsistencia, produje artesanía para sobrevivir. Hacía juguetes, figuras abstractas y otras cosas. Hoy no le dedico todo el tiempo al pincel; soy investigador, catedrático y estudiante. No dejo de aprender.

LE: Me ha comentado que dos de sus grandes gustos son la comida y los viajes. ¿Cuál es el platillo que más recuerda de los que ha probado en tantos lugares?

MF: Fue uno en Estados Unidos. Eran mis primeros viajes a otras tierras y con diez centavos me compraba una lata de frijoles y puerco. Era riquísima.

LE: ¿Qué reflexión le deja la partida de Francisco Toledo?

MF: Lo primero que me viene a la mente cuando un artista muere es el tiempo en el que lo conocí y lo traté. Se resiente en uno mismo, pues veo que toda esa vida fue dedicada al arte y uno se identifica. Ha sido de lo mejor que ha dado México.

LE: ¿Qué legado le gustaría dejar?

MF: Mi biografía, como a cualquier hombre le gustaría. Cada obra que hago es parte de mi vida. En ese pedacito está expresado un momento, un sentimiento, una emoción, una tristeza, una alegría. En mis creaciones busco recordar el pasado y de esa forma es como quiero que mi nombre sea recordado.

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