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Educación superior y economía en Aguascalientes: ¿funciona el matrimonio?

Si el amor es física y el matrimonio química, cómo creo -decía Alejandro Dumas- la relación entre los bienes que ofrece la educación superior para el desarrollo de un estado debiera seguir, para que funcione, principios parecidos, lo cual con frecuencia no sucede ni en la educación ni en la economía, razón por la que es urgente repensar el binomio. Veamos.

Aguascalientes ha cambiado de manera muy relevante –y en general para bien- en las últimas tres décadas. Por una parte, y a reserva de lo que diga el próximo censo del INEGI, del millón 405 mil habitantes, unos 375 mil son niños entre 0 y 14 años, es decir que demandarán educación media superior y superior durante el próximo lustro. La entidad se volvió también esencialmente urbana: 81 por ciento de los habitantes reside ya en las ciudades y el resto en localidades rurales, aunque de ésta la población flotante que se desplaza, trabaja, estudia o abastece en las zonas urbanas seguramente aumenta la demanda de todo tipo. Por otra parte, también la economía se modificó radicalmente pues hace ya bastante tiempo que el estado dejó atrás las actividades agrícolas y ganaderas, y cedió el paso a otras: hoy, el sector primario apenas representa 3.7 por ciento del PIB estatal mientras que las actividades secundarias (industria, manufactura, etc.) ocupan el 44.3 por ciento y las terciarias (comercio, servicios, etc.) 52 por ciento. En síntesis, somos un estado urbano, industrial y comercial, y una población con una edad promedio de 25 años.

La pregunta pertinente, entonces, es si las 65 universidades y tecnológicos aproximadamente existentes están ofreciendo un modelo educativo, una arquitectura curricular, un marco de competencias y habilidades y un nivel de calidad tales que conecten estrechamente con la realidad económica, social y urbana del estado, de suerte que no sólo su eficiencia terminal sea cada vez más elevada sino, sobre todo, que garanticen razonablemente tasas de empleabilidad altas, primas salariales competitivas y, en suma, un desarrollo profesional adecuado y de mediano y largo plazo para los jóvenes. Ahora, este es el punto central, y para ello conviene formular varias interrogantes.

La primera es si, de acuerdo con la pirámide demográfica, Aguascalientes necesita, como criterio general, más Instituciones de Educación Superior (IES). Probablemente no. Es cierto que el acceso a este nivel educativo suele verse tan sólo como un “derecho”, pero la compleja realidad hace que éste se vuelva, en los hechos, nugatorio, porque los estudiantes, si terminan, no encontrarán empleo, o no en las áreas en que se formaron, o bien con salarios mediocres, o bien con perspectivas profesionales poco prometedoras. Más aún: lo más seguro es que ese capital humano aporte muy poco a la productividad del estado.

Por lo tanto, antes que crecer de manera indiscriminada, hay que hacerlo en las IES consolidadas y en las disciplinas que están mostrando mejor inserción en los sectores más dinámicos e innovadores de la economía local. Por ejemplo, algunos estudios apuntan a que los sectores más atractivos en este sentido son las industrias automotriz, metálica y herramientas, y alimentaria; en cambio, textil y minería podrían perder empleos.

Una segunda cuestión tiene que ver con la calidad y pertinencia de la oferta académica. Por una parte, parece aconsejable que todas las IES procedan de manera sistemática a acreditar sus programas con los diversos organismos especializados en este campo, así como en aplicar los exámenes de egreso de la licenciatura (conocidos como EGEL), de suerte que tengan una base de evaluación para la mejora y una mejor orientación de sus carreras y especialidades. Pero, por otra, ante la emergencia de la llamada Cuarta Revolución Industrial, es un buen momento para experimentar gradualmente con nuevas disciplinas, que serán las emergentes en el siglo XXI, como la inteligencia artificial, la automatización, el big data y la economía digital.

Una tercera es cómo lograr una vinculación más eficiente con los sectores productivos. Si la economía del estado ya está muy segmentada y se sabe bien donde están las principales demandas del aparato productivo, es necesario alinear mucho mejor la composición de los programas. Nada más un dato: a nivel nacional, según Manpower, 4 de cada 5 empleadores dice tener problemas para cubrir vacantes porque los egresados arrastran una brecha de habilidades. Por ende, las IES deben formar cuerpos de asesores que provengan de las empresas y les ayuden a confeccionar de manera mucho más eficiente los programas y la currícula.

En cuarto lugar, un tema movedizo. ¿Cómo lograr que los estudiantes se interesen más por las modalidades técnicas medias (TSU) y menos por las licenciaturas tradicionales? La respuesta no es fácil porque entre otras cosas la posesión de un título universitario se ha vuelto un asunto cultural y de estatus. Sin embargo, como lo escribí en este espacio, el porcentaje de estudiantes que se decanta por esta opción ya es en promedio de 26% en los países de la OCDE, y, según la Unión Europea, en 2030 los nuevos puestos de trabajo que se crearán, por ejemplo, en España requerirán 65% de profesionales con calificaciones medias —es decir, TSU o formación profesional— y 35% con educación superior.

Y finalmente, las IES deben pensar mucho más en términos estratégicos y de largo plazo, y menos en las rutinas de puertas para adentro. El éxito de sus egresados sólo se podrá medir en cómo les vaya en su vida profesional. 

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