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Educación Financiera en México: aún hay mucho por hacer

Por Gustavo Méndez, socio líder de Servicios Financieros de Deloitte

La educación financiera, en las personas y las empresas, es de suma importancia. En el caso de las personas, mejora su desarrollo social y familiar; empezando por adquirir una cultura de ahorro que permita solventar las distintas necesidades que ocurren en la etapa de su vida. En el caso de las empresas, les ayuda a ser sostenibles con el tiempo, usando los mecanismos correctos de fondeo para su crecimiento, lo cual representa el motor de las economías.

Este artículo se centra en las personas, así como en la actualidad de la educación financiera en México, para después hacer mención de las perspectivas y posibles escenarios futuros.

Es importante saber que, en la actualidad, según la Encuesta Nacional de Inclusión Financiera 2018 (ENIF), uno de cada dos mexicanos tiene acceso a una cuenta de depósito, uno de cada tres tiene acceso a un crédito y sólo uno de cada seis mexicanos cuenta con algún seguro para protección en caso de fallecimiento.

La penetración financiera en la población es baja, lo que implica que muchos mexicanos recurren a medios familiares, tandas, agiotistas u otro tipo de financiamiento para solventar sus necesidades económicas.

Otra medición interesante de la ENIF se refiere a tres dimensiones de la Educación Financiera: 1) conocimientos, que consiste en entender los productos, conceptos de tasa de interés compuesto y simple, riesgo y rendimiento, y comparar los productos antes de adquirirlos (en ocasiones, las personas entienden los conceptos, pero no saben hacer cálculos); 2) comportamientos, que es realizar un plan de ingresos y egresos, y con este presupuesto tener metas financieras de ahorro, adquisición de bienes, entre otros, y 3) actitudes, lo que implica vivir al día sin preocuparse por el mañana, gastar en lugar de ahorrar.

Lo interesante que resulte de estas mediciones comprende las siguientes correlaciones: a) ingreso frente a educación financiera, que significa que, a menor ingreso, menor nivel de educación financiera, y a mayor ingreso, mayor nivel de educación financiera; b) nivel escolar alcanzado frente a educación financiera, que indica que, a menor nivel, menor nivel de educación financiera, y a mayor nivel escolar alcanzado, mayor el nivel de educación financiera. Aunque esto no es de sorprender, la diferencia entre el nivel más bajo y el más alto es abrumador. En conocimientos, sólo c. 40% de la población con menores ingresos tiene calificaciones altas frente a c. 80%; en comportamientos, c. 20% frente a c. 70%, y en actitudes, c. 30% frente a c. 80%. Esto muestra que la población con menores ingresos esté en desventaja, en cuanto a conocimientos, dos o tres veces comparado con la población de mayores ingresos.

Si bien existe un programa y proyectos incluidos en los planes nacionales, los resultados son incipientes. Definitivamente los programas a nivel escolar son los que deberían tener un mayor impulso e impacto desde la población escolar, pero tienen que estar reforzados también con los comportamientos en casa. ¿Cómo hacer un desdoblamiento masivo y que sea accesible y amigable para la población? Este es el gran reto. La perspectiva es que hoy, con las herramientas tecnológicas disponibles, se comience a incorporar a la población a través de cápsulas digeribles disponibles desde sus celulares. Sin embargo, el presupuesto del Gobierno Federal ahora se enfocará a destinar recursos a ladrillos para poner sucursales más cerca de la población. ¿Es la cercanía la que va a generar conocimientos, comportamientos y actitudes financieras que le ayuden a la población a progresar?

Es importante reflexionar si tenemos claro cuáles son los productos financieros que utilizamos, y cuál es el costo de cada uno de ellos. Asimismo, debemos preguntarnos si realmente priorizamos nuestros gastos para reducir las deudas, si hacemos un presupuesto anual y le damos un seguimiento mensual de lo que ingresamos y gastamos, si estamos listos para absorber un gasto imprevisto como un accidente o enfermedad, si en caso del fallecimiento de la fuente principal de ingresos podría subsistir la familia, si tenemos cubiertos los gastos educativos y si rentamos o tenemos casa. En caso de tener resuelto todo lo anterior, es importante considerar el ahorro para tener un retiro digno. Si en algunas de ellas aún no lo tenemos claro, es necesario revisar cómo está nuestra educación financiera. 

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