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Dulces de la Rosa: Un legado de siete décadas que trasciende

¿Quién durante su vida no se ha deleitado el paladar con un mazapán de De la Rosa? Sin duda, se trata de uno de los dulces más emblemáticos en nuestro país y en cuya producción se enmarca la historia de éxito de una tradicional familia mexicana que se ha distinguido por los valores transmitidos a sus integrantes y que hoy alcanzan a su cuarta generación.

“El éxito de la empresa De la Rosa es el éxito de la educación de nuestros padres dada a todos los Michel Velasco. Si éramos una familia dedicada al trabajo, hasta en la convivencia diaria, era porque el trabajo era un placer para nosotros”, expresa Jaime Enrique Michel Velasco, director general de Mazapán de la Rosa.

La empresa fue fundada hacia 1942 por don Jesús Michel González y doña Elvira Velasco Rolón, ambos originarios de Jalisco, quienes comenzaron con la elaboración de dulces de manera artesanal con el apoyo del resto de la familia. Don Jesús aprendió a realizar fórmulas trabajando en una farmacéutica; “Conitas” fue el primer mazapán de cacahuate que realizaron, aunque al poco tiempo la gente comenzó a conocerlo como “mazapán de la rosa”, debido a la flor contenida en el empaque.

La aceptación de la golosina no se hizo esperar y pronto comenzaron a comercializarla en ciudades fuera de Guadalajara. Actualmente, su catálogo de productos también incluye botanas, chocolates, chicles, gomitas, y dulces de alta confitería, los cuales llegan a todo el país, además de que se exportan a Estados Unidos, Canadá, Centroamérica, Europa y Medio Oriente.

Cuentan con tres plantas de producción ubicadas en Jalisco (Caramelos de la Rosa, Chupaletas, y Mazapán de la Rosa), un centro de distribución y una plantilla de más de 2,500 empleados. Aunado al tradicional mazapán, han creado marcas que son consideradas icónicas en el mercado, tales como Pulparindo, y las paletas de caramelo macizo.

Satisfecho con las decisiones tomadas

Jaime Enrique Michel Velasco, quien en la actualidad lleva las riendas del consorcio de 78 años, considera que si alguien llega lejos es porque tuvo grandes ejemplos. En su caso fueron sus padres y a quienes cataloga como sus buenos amigos: sus hermanos y sus trabajadores.

“En lo personal, me siento muy satisfecho con las decisiones que he tomado, pero de joven uno ni se imagina a dónde lo van a llevar”, señala el nacido en Guadalajara, Jalisco, y quien recientemente recibió un doctorado honoris causa.

Agrega que cuando las personas trabajan juntas tienen que verse como amigos: “tenemos que ser ese compañero que cumpla con su función pensando no sólo en sí mismo, sino en el tiempo y en la importancia del bienestar de todos. La inversión en capital humano es real, es importante, incluso es decisiva”, recalca.

En este sentido, refiere que el empresario es en gran medida responsable del bienestar de la gente con la que trabaja, la que está bajo su mando en lo laboral. Los trabajos formales, pero mal pagados, sin prestaciones o en condiciones difíciles e inadecuadas, orillan a la población a trabajos informales, dice. De hecho, subraya que los empresarios, y esta es una condición para el éxito -desde su perspectiva-, tienen que ser mucho más cumplidores con lo que es sagrado para un trabajador, un empleado o un obrero: sus derechos.

“Es muy importante que nos ocupemos de toda la gente, porque se supone que un empresario es un líder. Si es un buen líder, va a tener adeptos, buenos trabajadores”, agrega, además de referir que un trabajo que dé para vivir dignamente y que sea agradable, es condición indispensable para el desarrollo, incluyendo el de las personas, las comunidades y el país.

No obstante, advierte que la vida no es nada más el trabajo. “La vida tiene muchas metas, muchas más necesidades tiene el hombre, y cumpliendo bien con lo esencial siguen las demás cosas. A mi modo de ver, la única manera en la que todos podemos ser competitivos, incluso por delante de los nuevos retos, es que nuestra gente esté capacitada, que tenga educación, pero que también sea feliz”, acota.

Y es que Enrique Michel comenzó realizando las más modestas tareas, por lo que no es extraño que a la fecha siga interesándose en lo que tengan que contarle sus operarios y que cuente con la convicción de que cuando se lucra con la pobreza no importa cuánto se gane con ella, pues al final es pérdida, “porque hasta el dinero pierde todo su valor cuando la sociedad colapsa por falta de garantías, de legalidad y de humanidad”.

“La fortuna más grande que he logrado es continuar y buscar siempre ser merecedor del legado de mis padres, y que se lo he podido transmitir a mis hijos, al igual que lo han hecho mis hermanos”, recalca.

Desde su óptica, el papel del empresario en nuestro tiempo es fundamental, de ahí su afán de colaborar a favor de diversas causas sociales, aunado a su participación en organizaciones de profesionistas y cámaras empresariales, que ha redundado en una labor que ha sido ampliamente reconocida, a nivel nacional e internacional.

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