Megan Maiorana es flauta principal y jefa de su sección en la OSA; Jonathan Wilson, corno principal y jefe de sección en la misma. Se conocieron en Aguascalientes y han crecido juntos en la música.
Dos alientos entrelazados: Megan Maiorana y Jonathan Wilson
Ella nació en las afueras de Nueva York; él en la localidad de San Fernando, California. Ella comenzó a tocar la flauta a los nueve años y a los quince decidió dedicarse en serio a la música. Él tocaba el corno desde el segundo año en la orquesta juvenil; con el tiempo decidió su camino. Ella llegó a la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes (OSA) en 2001; él lo había hecho en 1995. En Aguascalientes se encontraron y luego decidieron imaginar una vida en común. Ella es Megan Maiorana, flauta principal y jefa de su sección en la OSA; él es Jonathan Wilson, corno principal y jefe de sección en la misma.
Tras años de vivir en Aguascalientes, han construido carreras estables dentro de la orquesta y en otras instituciones. Han sido solistas en distintas temporadas, son docentes en la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ) y han creado proyectos musicales por separado. Juntos han crecido dentro de la música y como familia, con la libertad de andar caminos entrelazados y, a la vez, fluir creativamente en sus propias búsquedas.
Megan Maiorana, un trazo en la flauta
A Megan la visitaba una maestra que venía de la ciudad de Nueva York y que estudiaba en The Juilliards School con Julius Baker.
“Sabía de Juilliard, de Julius Baker y todo eso me inspiraba mucho. Como músicos debemos tener muchas ganas de estudiar solos, de hacer mucho en el salón, horas y horas; esa maestra me ayudaba para ello a los quince años. Después quise eso, la educación más enfocada y todo lo que siguió”, comparte.
Realizó el bachillerato con especialización en Música y la licenciatura en Música en la Universidad de Carolina del Norte, así como la maestría en flauta en el New England Conservatory of Music (graduada con honores académicos, fue alumna de Paula Robison).
Hacia el 2000, Megan conoció a Karen Bogardus, antes flautista principal en la OSA, en un hueso —jerga en cómo se conoce los contratos para tocar en eventos por una ocasión—. A Megan le emocionó la posibilidad de vivir en México y de tocar en la orquesta, así que audicionó en 2001.
Jonathan Wilson, decidir por la pasión juvenil
Jonathan comenzó a tocar en el programa de la banda de la secundaria: “una banda de principiantes por tres años. Hicimos conciertos, desfiles y todo. En la prepa también pasé por el programa de música, pero nunca pensaba en la carrera”, menciona.
En esos años, se interesaba por el béisbol y empezaron los conflictos: “Los fines de semana, escogí seguir tocando en las orquestas juveniles en vez de ir al beisbol, donde tenía algo de éxito”. En la universidad tampoco entró a la carrera, pero formaba parte de la segunda banda. Concluido el primer año, no quedaban casi cornos en la escuela por lo que terminó tocando casi todo: “Todo era a prueba de fuego. Yo tenía experiencia después de diez años tocando y eso se convirtió en el lobby de mi carrera”.
En ese primer año de la Licenciatura en la Universidad del Estado de California, Northridge (CSUN) aparecía con el estatus de «non declared». Posteriormente, estudió con James Decker y Richard Todd en la Universidad del Sur de California (USC). En 1995, audicionó para la OSA y desde entonces radica en Aguascalientes.
Crecer juntos en la música
Cuando Megan llegó a Aguascalientes, ellos dos no se conocían; Jonathan fue parte del jurado de su audición. En esa semana, que Megan describe como “muy intensa”, se sucedió esa prueba, su entrada a la orquesta y el estreno por parte de Jonathan de “Tres Piezas para Corno y Orquesta” de Blas Galindo, en Bellas Artes, con la dirección del titular Enrique Barrios.
Megan recuerda que, a su llegada, se hacían muchas obras grandes, óperas que requerían muchos extras, coros, etc., por lo que la carga laboral era impresionante. Menciona que, precisamente, a través de la orquesta, han crecido juntos:
“En aquel entonces, en esos primeros años, teníamos las mismas, no metas, pero sí deseos de cumplir con el puesto y de nuestra responsabilidad en la sección. Últimamente en nuestra carrera tenemos proyectos aparte de la orquesta; en esto diría que estamos artísticamente distintos”, menciona.
Comparten su trabajo en la orquesta y en la UAZ, las responsabilidades de ser jefes de sus respectivas secciones, así como un hogar construido en común. Gracias a su comunicación, forman caminos entrelazados que les permiten desarrollarse individualmente.
“Tenemos que frenarnos a veces: la familia, los directores, la obra en que estamos tocando, si hay alguna dificultad o diferencia en opinión, podemos estar un poco en conflicto. No obstante, estamos muy cercanos en cómo vemos artísticamente”, dice Megan.
“Pasó algún tiempo antes de juntarnos y decidir hacer la vida juntos. Crecimos juntos definitivamente. Nosotros tenemos que frenar, dejar los asuntos del trabajo afuera de la casa”, comparte Jonathan.
Jefes de sección: responsabilidades y estilos
Los instrumentos en las orquestas, de acuerdo con su naturaleza (vientos, cuerdas, etc.), se dividen por secciones. Cada una cuenta con un jefe de sección, persona que tiene diversas tareas. Megan Maiorana es la principal de la sección de flautas y Jonathan Wilson lo es en la de cornos. Ambos instrumentos son clasificados como alientos, si bien los primeros son maderas y los segundos metales.
Megan describe entre sus responsabilidades, asegurar la rotación; es decir, cuando está decidido el programa de las temporadas del año, debe decidir quién tocará en cada pieza y qué rol ocupará. A su vez, está la afinación: “Queremos crear un centro de afinación muy bueno entre los principales para pasar esta afinación idealmente a los demás de la sección”, menciona.
Jonathan complementa: “Según nuestro contrato, ‘somos responsables de mantener un buen equilibrio en nuestras secciones’. Hay varios estilos. Unos buscan no meterse tanto, otros están siempre a la mano diciendo cómo tocar cada cosa a cada persona”.
Sobre su estilo, menciona: “En general, me gusta que estén escuchando y concentrados en la música. Si comenzamos a hablar, eso es ya el lado izquierdo del cerebro y estorba a la música. Si están escuchando, ellos se acoplan para hacer un mejor balance en su misma sección”.
Recreadores: el largo ensayar y sus frutos
Megan menciona que los músicos son “deportistas de músculos pequeños”: horas y horas de ensayo, en solitario y en grupo, son las que permiten alcanzar la precisión en la ejecución.
“Es un proceso ejecutar bien la música. No somos creadores, somos recreadores. Buscamos la manera de decir lo que Mozart o Beethoven escribían en la forma más precisa. Este proceso de encontrar precisión en el instrumento es muy duro y muy difícil”, describe.
Si en su caso inició a tocar a los nueve años, menciona que estudiar ya no es algo que le cueste: “Antes había momentos muy frustrantes si algo no estaba funcionando en sonido o en forma. Pero sentir la vibración y el aire en el instrumento, usar el oído, son un sueño de mi trabajo; luego sentarme en la orquesta, la vibración que puede crear una orquesta es increíble, así que yo encantada”.
En su trayectoria, recalca Jonathan que han existido diversos aprendizajes sobre su instrumento y el entorno. Por ejemplo, menciona que, en general, los metales no tocan tan fuerte porque no es necesario. Antes se solía tocar de forma más estruendosa y ahora eso ya no permite en las audiciones pasar a la siguiente ronda: “Nos ha hecho reflexionar sobre el balance de nuestro instrumento”.
En esa labor, Jonathan resalta que lo más importante en la música es la cercanía con el público:
“Al público siempre hay que conquistarlo. El solo hecho de que la orquesta toque en el oriente de la ciudad no significa que hemos hecho una conexión; se trata de realmente buscar la comunicación —no hablo de decir cómo es la obra o cuál es la historia— sino de una conexión más personal con la gente”, comenta.
Contrapuntos y notas próximas
Después de largos años en pareja, Jonathan comparte uno de los rasgos que comparten musicalmente: “Nos encanta tocar música contemporánea, aunque no todos los compañeros son iguales. Cualquier pieza que jamás hemos tocado es bienvenida. Nos encanta estrenar obras, hemos tocado obras de Gabriel Ortiz, Javier Álvarez o compositores que ni conocíamos”.
Para este 2023, ambos tienen proyectos tanto en la orquesta como por separado. En las próximas temporadas de la OSA, ambos tendrán conciertos como solistas.
Para Megan Maiorana, uno de sus sueños es tener fijo un ensamble de flauta, arpa y viola. Si bien antes existió el grupo Luminaria, tuvo que disolverse porque la violista trabajaba en otra orquesta y la logística se complicó:
“Es muy interesante tener un grupo pequeño y hacer un trabajo muy fino. Si la dinámica del grupo es muy buena, podemos lograr mucho”, comparte.
Para Jonathan Wilson, algunos de sus objetivos están en ampliar repertorios, seguir explorando la música barroca —fruto de ello es su participación en el Simposio del International Horn Society en Kingsville, Texas en agosto con el cuarteto de cornos «Río Bravo»—, así como hacer arreglos para metales y percursiones.
Recuerda: “Por pandemia, hemos estado en grupos chicos y no podía tocar la orquesta completa. No había tanto conocimiento de obras completas para la sección de metales y empezamos a hacer arreglos nosotros. Arreglar para metales es otro proyecto en el que estoy bastante interesado”.
En suma, ambos desean continuar su labor dentro de la música, en un contrapunto donde siempre se alienten entre sí.