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¿Dónde reside la honradez?

Es definida por la Real Academia de la Lengua Española como ‘rectitud de ánimo, integridad en el obrar’. Para efectos prácticos, el honrado es la persona que cumple con su deber, actúa de forma recta y de acuerdo con la moral, especialmente en lo referente al respeto a la propiedad ajena, la transparencia en los negocios, el quehacer periodístico y la manifestación de la verdad en los medios de comunicación, etcétera.

Estas definiciones nos dan pie para preguntarnos sobre el origen y desarrollo del antivalor de la honradez, el cual se caracteriza por la inmoralidad, injusticia, deslealtad, corrupción y perversidad; conductas que están en boga en la actualidad y se han incorporado a nuestros comportamientos sociales hasta la raíz; ahora las personas corren en desbandada practicándolas sin pudor ni conciencia. De hecho, el presidente de México fue increpado por el problema de corrupción que nos atañe, duele y carcome como país, a lo cual dijo que: “es un asunto cultural”, eludiendo así su responsabilidad y la del gobierno en la situación.

Pero debemos ser sinceros con nosotros mismos. Aunque hoy le damos la patente de este problema al gobierno, sabemos que la falta de honradez está en todas partes: en la empresa; los medios de comunicación; la educación; las organizaciones sociales, civiles, militares y religiosas, hasta la familia ha sido infectada. La tolerancia se ha flexibilizado y la impunidad campea oronda por doquier, parece que ha adquirido carta de naturalización.

Ser honrado no consta de adquirir simples habilidades o buenas costumbres en un determinado aspecto, se requiere de muchas otras cualidades humanas para llegar a serlo con eficiencia. Esas virtudes hacen al hombre cabal y lo perfeccionan en su actuar frente a la sociedad y el logro del bien común. Así pues, el ser humano tiene el trabajo de desarrollar este valor desde casa por medio de buenos hábitos y voluntad, pues difícilmente, una persona con una formación familiar robusta en esta virtud actuará en contra de sus principios cuando llegue al ámbito profesional. La formación de este importante hábito comienza en la familia, continúa en la escuela y no termina nunca.

Es así que todos somos parte de la solución. En cuanto formemos a las nuevas generaciones y corrijamos a las actuales, incidamos en las estructuras gubernamentales con la participación ciudadana, denunciemos la corrupción empresarial y mediática en las instancias correspondientes y hablemos de las cosas por su nombre (sin eufemismos), podremos volver a confiar en nosotros mismos, en la palabra dada y en el compromiso personal de respetarnos, tal como era común no hace mucho tiempo en México y el mundo.

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