Icono del sitio Líder Empresarial

Democratizar la verdad

Por Lyana Kahn

Originalmente publicado por Editorial Hotbook

 

Las redes sociales y los medios digitales han ganado popularidad durante los últimos años, ya que permiten a las personas no sólo mantenerse en contacto con amistades y familiares, sino también estar al tanto de eventos y noticias (la actualidad en general). La habilidad de esparcir información rápidamente a través de una comunidad es una de las características más valiosas de las plataformas digitales.

Las redes sociales, siendo públicas en su totalidad, han eliminado las barreras de entrada para publicar cualquier tipo de historias. Hoy en día, hacer llegar un ideal o publicación a una masa significante de individuos ha dejado de ser un reto. Las redes han democratizado la libertad de expresión, pues están abiertas no solamente a reporteros y organizaciones noticieras, sino a cualquier persona con acceso a internet que quiera compartir sus experiencias y perspectivas acerca de cualquier tema. Esto expande el alcance y diversidad de información que podemos recibir en un par de clics; asimismo, nos permite recabar mayores puntos de vista, opiniones y tipos de datos. Pero estas ventajas vienen con grandes retos y huecos; probablemente el más grande sea la necesidad de discernir las fuentes de información reales de las poco confiables.

La divulgación de información falsa se vuelve muy importante, especialmente en el contexto de las noticias, en donde nuevo contenido se difunde frecuentemente. Casi siempre las noticias apócrifas nacen en forma de rumor, rápidamente se expanden y se difunden entre una gran cantidad de personas, influenciando su percepción y entendimiento de ciertos eventos. Los rumores que circulan muy rápido en los medios digitales y que han probado no ser fiables, pueden tener graves consecuencias en los individuos y en toda la sociedad.

Muchas veces la publicación de información falsa se utiliza para distorsionar opiniones políticas, generando una grave desestabilización democrática. Por ejemplo, se dice que en 2016 las elecciones presidenciales de Estados Unidos fueron sesgadas y afectadas por la cantidad de noticias carentes de veracidad que se convirtieron en virales: desde rumores ficticios en contra de Hillary Clinton y su gabinete, hasta promesas y crónicas ilusorias de Donald Trump. Es difícil de medir, y aún se mantiene en incógnita, qué tanto afectaron estas historias al resultado de las elecciones, aunque es muy posible que hayan tenido gran impacto en votadores sin inclinación fuerte hacia alguno de los lados.

La política y las celebridades no son las únicas plazas donde se mueve la información apócrifa. Los mercados financieros también la reciben frecuentemente. Los contribuidores o publicadores la utilizan para generar oportunidades de lucro para ellos mismos o sus clientes. Uno de los grandes ejemplos dentro de este escenario es el de Bill Ackman, reconocido administrador de Pershing Square (un fondo con inversiones de alto riego), vs Herbalife. En 2016, Ackman publicó que no invertiría más en la empresa, ya que creía que “su valor intrínseco era cero” y que sus ganancias en 2017 iban a declinar considerablemente. Aunque en realidad, según consensos, la compañía tenía expectativas de mantenerse estable en ese año. A partir de la publicación, el valor de las acciones de Herbalife decreció 29 por ciento.

Existe un gran incentivo por generar, publicar y “viralizar” información falsa: mientras más tráfico se genere, más enganchados están los lectores, se crea mayor demanda y más ganancias por anuncios y publicidad pagada, lo cual acrecienta el estímulo financiero para las personas poco éticas que se dedican a inventar las publicaciones más anormales, sádicas, burdas y atractivas para cautivar la atención de los lectores.

Una de las razones por las que las noticias apócrifas funcionan tan bien y se expanden velozmente es que cuando la gente lee algo y está de acuerdo con la ideología, se convierten en un gancho. Alguien entra a la nota, la lee y gracias a que coincide con lo que dice, aunque sea falso, deja de existir ese foco de atención para cuestionar y procesar la información (especialmente cuando es algo con lo cual se quiere seguir en acuerdo). Esto elimina los límites entre los hechos y ficción, pues nadie cuestiona nada.

Gracias a las serias consecuencias que conllevan las noticias no veraces, se han empezado a tomar algunas medidas regulatorias para limitar su difusión. Por ejemplo, el gobierno de Alemania ha empezado a implementar ciertas reglas y está considerando imponer multas a Facebook por más de 500,000 dólares cada día que deje contenido falso sin borrar. Incluso están adelantándose a poner un “centro especialista en combatir que se difundan las noticias e información simuladas online” antes de las siguientes elecciones parlamentarias.

A pesar de que Facebook había rechazado inicialmente aceptar cualquier responsabilidad editorial sobre lo publicado a través de su plataforma, ha empezado a realizar algunas pruebas en Estados Unidos y Alemania para mitigar el poder e influencia de la información falsa. Esto incluye algunas medidas como poder marcar links sospechosos con advertencia de la veracidad del contenido. Hasta ahora, estas medidas se basan en reportes generados por usuarios y organizaciones externas que ayudan a revisar lo publicado. Google también ha comenzado a tomar otro tipo de acciones para combatir los efectos de la información poco confiables.

Aún es muy temprano para analizar y poder cuantificar si los intentos de Google y Facebook tendrán un impacto significante en la sociedad. También es evidente que la solución y esfuerzos no pueden recaer completamente sobre esas empresas, pues es una realidad que las noticias falsas se han convertido para ciertos escritores y fuentes informativas en negocio y una forma de influenciar la opinión pública, por lo cual no van a cesar de existir de la noche a la mañana. Y a pesar de la gran crítica contra la información apócrifa, los usuarios y lectores la siguen creyendo, compartiendo y haciendo circular.

No se puede limitar o prohibir completamente lo que se comparte en internet, pues la libertad de expresión es realmente trascendental para la democracia y para nuestra sociedad; sin embargo, es esencial que se tomen y apliquen las mismas medidas regulatorias offline en el medio digital. Por lo mismo, es fundamental que como usuarios empecemos a nutrir nuestro intelecto de contenido proveniente de fuentes veraces para dejar de incentivar el crecimiento de falsedades y su impacto negativo. Regresemos a la realidad, a imponer de vuelta los límites entre los hechos y la ficción, democratizando la verdad.

Salir de la versión móvil