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Demagogia ambientalista

Hasta hace algunos años, la defensa del medioambiente, los derechos de los animales y la lucha contra el cambio climático parecía una cosa de hippies locos que no tenían otra cosa mejor que hacer que criticar el maravilloso mundo globalizado y consumista en el que vivimos. Sin embargo, hoy por hoy la protección del medioambiente se ha convertido en un eje central en la agenda política de los países…o al menos del discurso político.

El debate está ahí. La conciencia ambientalista permea cada vez más en la sociedad modificando la moral objetiva y reposicionando así la escala de valores. De hecho, son las nuevas generaciones quienes mantienen vigentes los debates sobre la moralidad de las corridas de toros, la necesidad de un consumo responsable de animales, la no crueldad animal, la protección de las especies en extinción, la protección del ecosistema, entre otros temas. Y así como las nuevas generaciones son el actor principal de su defensa, las empresas y el gobierno se constituyen en los mayores responsables de los avances y retrocesos en la materia.

Si bien, como apunté en un inicio, la protección del medioambiente se ha convertido en un punto fundamental en la agenda política internacional, dicha protección se ha convertido en mera demagogia y es que el poder económico que representan las empresas es el eje de las decisiones gubernamentales.

El ejemplo más claro es lo sucedido hace unos días con el Manglar Tajamar. Hace no más de un mes que México, junto con los 194 Estados participantes, en la Cumbre sobre el Cambio Climático, celebrada en París, se comprometió a luchar contra el cambio climático. Incluso días antes el vocero del gobierno, Enrique Sánchez, señalaba que México había sido el primer país en desarrollo en entregar el 27 de marzo de 2015, sus compromisos de mitigación y adaptación para el periodo 2020-2030.

Demagogia ambientalista pura y dura, un mero speech político, pues en enero de 2016, pese a las manifestaciones civiles y las prevenciones de Greenpeace, en la madrugada del sábado 16 de enero, varios camiones y excavadoras entraron al manglar Tajamar ubicado en Cancún, para desmontar 22 hectáreas de 78.4 de manglares, selva y sabana, sepultando vivos a los animales que ahí habitaban. Afortunadamente, una suspensión provisional promovida por los ambientalistas y ciudadanos permitió detener esta masacre ambiental que, lamentablemente, representa pérdidas irreparables para el ecosistema.

¿El objetivo? Un proyecto turístico que consistía en la edificación de hoteles, centros comerciales y hasta una basílica. Consumismo y codicia serían los adjetivos calificativos perfectos para describir lo ocurrido. ¿Dónde quedaron los compromisos del gobierno mexicano para con el medioambiente? ¿Acaso a nuestras autoridades y empresarios se les termina la conciencia ambiental donde inicia el beneficio económico?

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