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¿De veras sirve de algo la ley seca?

Cuando se acercan las jornadas electorales en México hay algo que inquieta a los dueños de bares y restaurantes: la ley seca. Esa que impide vender bebidas alcohólicas 24 horas antes y durante el día de la elección. Quien incumpla puede pagar hasta 13,000 pesos de multa.

En teoría, esto se aplica para guardar el orden durante las elecciones y evitar disturbios. Pero, ¿es una medida necesaria? Para algunos no tanto porque la gente se prepara y compra alcohol desde antes.

En estados como Veracruz, la Coparmex ha dejado clara su postura ante dicha ley: no ayuda a evitar que las personas se alcoholicen y los que pierden son los empresarios. Los bares cierran durante esos días y los restaurantes tienen pérdidas hasta del 30%.

Para el presidente de la Cámara Nacional de la Industria de Restaurantes y Alimentos Condimentados (Canirac) en Aguascalientes, la medida es un tanto anticuada.

Afecta al sector porque “el consumo del alcohol hace que una cuenta promedio se eleve mucho. Sin eso, solo es el alimento y te da menos margen de utilidad”. También porque la mayoría de elecciones cae en domingo, día en que las ventas suben en cualquier establecimiento de comida.

“Nosotros hemos tratado de meter iniciativas para poder eliminar la ley seca. El que quiera hacer relajo, sea con alcohol  o sin, lo va a hacer (…) Pero así son las leyes y nos tenemos que regir ante eso”, menciona.

¿Cuándo iniciaron este tipo de medidas?

Algunas notas periodísticas refieren el año de 1915 como la primera vez que hubo ley seca en México. Fue gracias a una medida dictada por Plutarco Elías Calles cuando era gobernador de Sonora. No solo abarcó la temporada electoral: su venta y fabricación estaban prohibidas.

Pero un ensayo de Jesús Méndez Reyes, investigador de la UNAM, dice que el primero fue Salvador Allende, gobernador de Yucatán, quien prohibió los expendios alcohólicos. Estos fueron los preámbulos para un auge de campañas antialcohólicas que se extendieron de 1916 a 1931.

Los motivos para quitarle a los mexicanos el trago de la mano fueron varios. Cambiaban según la época y la zona del país. Algunos se relacionaron con los compromisos y valores revolucionarios, otras con la búsqueda de bienestar y unas más con la moralidad.

Desde 1917 hasta 1946, no hubo un órgano que controlara las elecciones y dijera qué estaba permitido y qué no. Se hacían mediante juntas y consejos electorales. Hasta 1946 se aprobó la Ley Federal Electoral y nació la Comisión de Vigilancia Electoral (precursora del Instituto Federal Electoral).

Esa ley establecía que un día antes y durante la jornada electoral estaba prohibida la venta de bebidas alcohólicas. La disposición se mantuvo cuando fueron creados el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) y el IFE, en 1990.

La  ‘ley seca’ está en sus manos

En abril de 2006 se creyó que había terminado la ley seca durante las elecciones. El motivo fue una reforma al artículo 239 del COFIPE que dejó “a juicio de las autoridades competentes” el decidir si permitir la venta de alcohol. Todo basado en la normatividad de cada estado y “cuando sea indispensable para preservar el orden de la jornada”.

Es decir, que aunque ahora las autoridades locales tienen el poder de decisión, pocas veces se suspende la medida. En 2015, algunos pueblos turísticos del Estado de México hicieron una excepción a la ley seca para no afectar al sector. Otros lugares como la Ciudad de México y Jalisco permitieron venta y consumo de alcohol en salones de fiestas, restaurantes y hoteles.

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