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De ganadoras del Oscar, políticos y cyberbullying

La semana pasada los medios se alborotaron cuando la actriz Reneé Zellweger se presentó con un cambio en su rostro en la alfombra roja de la revista Elle en los Ángeles.

Al cabo de unas horas de lo acontecido, su nombre se convirtió en Trending Topic en Twitter y no hubo medio, particularmente los de espectáculos y moda, que dejara de reportar su evidente transformación. Por supuesto, a estos comentarios se sumaron los del público y unos cuantos trolls, quienes a través de sus cuentas particulares lanzaron desde bromas sutiles hasta burlas descaradas.

Es verdad, la actriz se ve diferente y atribuye el cambio en sus facciones a algunas modificaciones que hizo a su estilo de vida, pero todo lo que se dijo alrededor de esa aparición me dejó pensando en lo fácil que es arrojar agresiones gracias al supuesto anonimato de una red social.

Con frecuencia escucho que las celebridades se exponen a comentarios de todo tipo solo por ser figuras públicas y, debido a su fama, deben estar dispuestas a sacrificar algunas cosas de su vida personal, pues se hablará de ellas en revistas; sin embargo, junto con el chisme también ganarán publicidad, por lo que al final obtendrán una ganancia de todo ello. En resumen, tal como lo dijo Oscar Wilde: “La única cosa peor que hablen de nosotros, es que no hablen de nosotros.” ¿Será?

Pues no, en este caso no puedo estar de acuerdo con la afirmación de Wilde, ya que me cuesta trabajo imaginar que a una persona, famosa o no, los comentarios sobre su apariencia no le afecten. Si no fuera así, ¿por qué la Sra. Zellweger, quien ha preferido mantener un bajo perfil por casi cuatro años, se tomó la molestia de hacer una declaración, a raíz de estas publicaciones, en la cual decía que se encuentra más feliz y sana que nunca y le alegra que la gente lo note?

Cuando me invitan a platicar sobre el impacto de los medios, especialmente entre los jóvenes, usualmente recibo preguntas de padres de familia preocupados por el cyberbullying, pues es un problema que frecuentemente se asocia con gente joven. Sin embargo, al acostumbrarse a examinar este tema desde la perspectiva de la víctima, muchos se olvidan de que cualquiera puede convertirse en acosador sin importar su edad, ya que las bromas pueden salirse de control y lastimar a alguien.

Para responder a las dudas sobre la prevención del acoso en línea, empiezo por decir que siempre se debe recordar –como lo he mencionado en este espacio en otras ocasiones- que del otro lado de la pantalla también hay un ser humano. No puedo dejar los buenos modales de lado simplemente porque no estoy viendo a la otra persona a la cara.

¿Sería algo común y apropiado llegar a una reunión, saludar a alguien que no conozco y decir: “Hola Fulana, ¡pero qué mala cirugía te hiciste, te ves fatal!?” Probablemente no. Entonces, si no soy capaz de decirlo frente a frente, ¿por qué esconderme detrás de una red social?, ¿por qué dar por sentado que una figura pública debe tener una resistencia mayor y, por tanto, no le incomodan las críticas?, ¿por qué tomar como pretexto que la probabilidad de que una celebridad lea determinado post es muy baja, por lo cual ningún daño habrá en escribir esos 140 caracteres que nos parecen graciosos?

El profesor canadiense Bill Belsey define cyberbullying como “el uso de las tecnologías de comunicación e información para apoyar un comportamiento deliberado, de manera repetida y hostil, hacia una persona o grupo con la finalidad de hacerles daño”. ¿Llamaría cyberbullying a lo que sucedió esta semana a la ganadora del Oscar? Sí, hasta cierto punto: aún cuando las acciones fueron hostiles y repetidas (tanto que se convirtieron en TT), pienso que el fin no era hacerle daño sino querer aprovechar la ocasión para el cotilleo y la crítica; pero, la línea es muy tenue y es fácil lastimar sin tener ese objetivo en mente.

Cuando comentaba sobre el tema de este artículo con alguien, me decía que tal vez exageraba, pues lo mismo pasa con los políticos y a nadie se le tilda de acosador por ello, al contrario, se aplaude a quien levanta la voz y demuestra su inconformidad. En eso, concedo razón; no obstante, a esa observación yo añadiría lo siguiente: cuando al político se le pide que haga bien un trabajo por el cual los ciudadanos le pagan, la petición se le puede hacer llegar a través de los medios que él ha puesto a disposición de las personas.

Tengo el derecho como ciudadano de discutir y criticar la labor que realizan, pero en el momento en que cruzo la raya y en lugar de hablar sobre su trabajo, oriento mis comentarios a su apariencia o digo cosas negativas sin plantear una posible solución (o recomendación), entonces me convierto en un bully más, el cual en lugar de sumar para un bien mayor, solo destruye porque puede hacerlo.

Ya sea en el deporte, la política, el cine o nuestra vida personal, si me doy permiso de atacar a alguien, aún cuando quien sea objeto de la agresión no se dé cuenta, afecto mucho más que a una persona. Comenzaré a aceptar las cosas que no están bien y con ello, me enredaré en una espiral de excusas chiquitas que después me llevarán a aceptar otras más grandes.

¿Deseo que las cosas cambien? Debo empezar por mí mismo. Convertirme en una persona más propositiva y dejar de hacer eco a comentarios que dañan y no ayudan a nadie. Tengo que utilizar los medios para mejores fines: acortar distancias, promover el diálogo y conversar con otras personas que ayuden a construir un mundo mejor.

¿Ustedes que piensan? Déjenme aquí sus comentarios o contáctenme vía Twitter en @aydrico

 

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