Por Alan Márquez, Diputado Federal
México necesita una política nacional de prevención de adicciones, violencia y reclutamiento del crimen, con enfoque en medios, cultura digital y juventudes. Necesitamos campañas públicas que rompan con la normalización de la violencia, que resignifiquen el éxito, la valentía y la dignidad. Y, sobre todo, necesitamos gobiernos que no le den la espalda a los jóvenes.
Desde Guanajuato lo tenemos claro: no nos hemos quedado cruzados de brazos. A través de distintos programas estatales, hemos apostado por la prevención desde la raíz, trabajando de la mano con familias, escuelas y comunidades. Se combate la violencia en entornos escolares y digitales, se otorgan becas —incluidas de intercambio internacional— con la convicción de llevar más Guanajuato al mundo y traer más mundo a Guanajuato. Además, se impulsan nodos, incubadoras y proyectos sociales donde la iniciativa privada, la academia y el gobierno forman una triada poderosa que aleja a los jóvenes del riesgo eventual ante la búsqueda del primer empleo, ofreciéndoles alternativas reales, sentido de propósito y una visión de futuro en un mundo cada vez más globalizado.
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Pero mientras los estados hacen su parte, el gobierno federal ha preferido voltear hacia otro lado. Ha recortado recursos a programas de prevención, ha desmantelado estrategias como el Fortaseg y, peor aún, ha permitido que la apología del delito campee libremente en televisión, plataformas y redes sociales. Mientras los jóvenes buscan identidad y pertenencia, el Estado los deja solos frente a un algoritmo que les vende la vida del crimen como éxito y libertad.
Los narco corridos no son solo una moda, son un síntoma de lo que está fallando. Las series que glorifican a criminales no son “solo entretenimiento”, son el resultado de una narrativa donde el bien ya no inspira. Y el vacío lo está llenando el crimen organizado, que sabe perfectamente a quién hablarle, cómo convencer y qué ofrecer.
Hay que ser claros: cuidar a los jóvenes no se reduce a dar discursos bonitos. Se trata de garantizarles oportunidades, cultura, espacios seguros, herramientas para decidir distinto. Se trata de estar presentes, de educar con el ejemplo, y de alzar la voz ante lo que claramente les está haciendo daño.
No se trata de censurar, sino de orientar. No de imponer, sino de acompañar. No de castigar, sino de construir. Porque un joven que se siente respaldado, valorado y escuchado, es un joven que no se deja reclutar.
Cuidar a nuestros jóvenes es cuidar el futuro de México. Y eso empieza hoy, con hechos, no con excusas.
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