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Empresarios vs emprendedores de alto impacto

Por Antonio Martin del Campo 

Chairman 02x y Venture Studio 

 

Publicada en 1949, 1984 es una novela distópica del autor inglés George Orwell. La historia está ambientada en una provincia de Oceanía, cuyos residentes son víctimas de la guerra perpetua, la vigilancia gubernamental omnipresente y la manipulación pública. En esta obra, Orwell habla sobre las maneras en que un Estado totalitario podría controlar a sus ciudadanos. Entre los métodos incluye las palabras sobre palabras: ‘Newspeak‘ fue el término que el autor acuñó para hacer referencia al control del Gobierno sobre la forma de expresarse, a la cual se impuso límites estrictos y reglas sobre vocabulario y sintaxis. La idea original de Orwell era que la libertad de pensamiento y la libertad de expresión dependen de un sistema de comunicación rico que permita respetar conceptos ampliamente identificados por la sociedad. Así, si se quiere controlar el pensamiento de la ciudadanía a nivel individual, se puede comenzar tratando de controlar la forma de expresarse: una palabra puede distorsionarse en su concepto o pueden utilizarse sinónimos que poco a poco puedan ir transformando y haciendo olvidar el concepto original.

En la sociedad actual, muchas de las palabras han ido transformándose de generación en generación, lo cual puede entenderse como parte de la evolución de la lengua, propiciada por su uso y las costumbres de la comunidad (y no por teorías conspirativas al estilo de 1984); sin embargo, las modas y la preferencia de los medios de comunicación por ciertos temas han ido diluyendo las diferencias entre conceptos, por ejemplo, entre las palabras ‘emprendedor’ y ‘empresario’.

Como actor dentro del ecosistema emprendedor, distingo a un empresario de un emprendedor en su forma de pensar (mindset): un empresario es más un «pensador analítico», mientras que un emprendedor es más un «pensador de posibilidades».

Si se ejemplifica esta aseveración, un empresario no está necesariamente dedicado a temas relacionados con la innovación o nuevos modelos de negocio, sino más bien está centrado en asegurarse que su empresa obtenga ganancias generalmente a corto plazo. El emprendedor, por el contrario, se centra en generar nuevo valor.

Un empresario busca caminar por un sendero bien definido, así se siente cómodo; necesita analizar información que le permita tomar decisiones; ama las planeaciones y trata de generar certeza en todos sus proyectos; se centra en crecimientos lineales y disfruta administrar su compañía; suele tomar algunos riesgos, siempre y cuando sean cuantificables y muy lógicos.

En cambio, un emprendedor se siente más cómodo en lo desconocido y muchas veces se enfoca en administrar el caos; le gusta generar valor por medio de nuevas ideas; entiende que no existen respuestas predefinidas y utiliza el método científico, muchas veces intuitivamente, para probar las hipótesis que el propio mercado arroja; busca la emoción en todo lo que hace y no es adverso al riesgo.

También existe el emprendedor de alto impacto. Si bien es cierto que es un concepto acuñado hace apenas 14 años en un despacho de Nueva York, en Latinoamérica y buena parte del mundo ha cobrado gran relevancia sobre la forma de hacer negocios. La principal diferencia entre este actor y el emprendedor es la escala.

El emprendedor de alto impacto no busca transformar un mercado, sino que se enfoca en crear nuevas industrias; no trabaja para desarrollar decenas de empleos, sino cientos; le gusta generar valor por medio de la experimentación y de la innovación, sin importar que ésta sea disruptiva o en muchos de los casos, incremental; se sabe un nativo del mundo, por lo cual la mayoría de sus emprendimientos trascienden fronteras.

En un mundo empresarial o emprendedor en el cual se piensa en pares (Apple vs Android, Disney vs Universal, Uber vs Lyft), existe cabida para los tríos; de hecho, en una empresa pueden cohabitar los tres tipos de profesionales (empresario, emprendedor, emprendedor de alto impacto) y algunos más como los intrapreneurs (empleados emprendedores), los ejecutivos y la lista se puede volver bastante extensa.

A pesar de esto, en las narrativas actuales de las principales revistas de negocios, se busca que un concepto canibalice al otro, que un actor sea más relevante, cuando es justo la colaboración de todos lo que hace a un proyecto exitoso.

Los años más prósperos de Apple no se entienden sin el trabajo de Tim Cook, Warren Buffett tuvo a Charlie Munger para conseguir el éxito y se pueden añadir muchos ejemplos más, pero lo que se quiere acentuar es que la empresa es una orquesta, no un grupo de solistas; necesita de igual manera al innovador que al consolidador. Es muy difícil, por no decir imposible, que el perfil de una sola persona pueda lograr la armonía y el balance necesarios para conseguir un emprendimiento ganador.

El tiempo de los llaneros solitarios ha llegado a su fin. Démosle la bienvenida al trabajo en equipo que las compañías de este país tanto necesitan y entendamos que en el nuevo juego de los negocios, los triunfadores serán aquellos que puedan integrar a todos los actores posibles dentro de su proyecto. Empresarios y emprendedores son indispensables; éste no es un tema de protagonismos, sino de sobrevivencia.

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