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CUANDO EL DESTINO NOS ALCANCE

Resulta muy desmoralizador que nuestro sistema premie el abuso, la tranza, la mordida, la mentira, en pocas palabras es terrible ver como este país avanza sin problema hacia la inmoralidad en todos los órdenes.

El éxito de los corruptos, por una parte, y por otra las dificultades que enfrentan las personas brillantes y honradas para desarrollar sus talentos y capacidades. Esos ciudadanos que arriesgan su  patrimonio emprendiendo una actividad productiva por su comunidad y a cambio el sistema fiscalizador y recaudador del estado da un trato de sospechosos; que al final no ver reflejados sus  impuestos al menos en escuelas públicas dignas, pero eso sí, con líderes sindicales y políticos millonarios por todas partes. Sospechosos todos, culpables ninguno.

México es, o al menos hasta hoy ha sido un país de valores morales, donde al anciano se le respeta. La familia como origen de nuestra sociedad ha sido una institución que ha alcanzado el calificativo de sagrada. Hasta hace algunos lustros, la sola palabra tenía un gran valor y el respeto en sus muy diversas expresiones o circunstancias siempre estaba presente.

Hoy los valores se degradan. Nuestros principios se cuestionan o simplemente se ignoran; los poderes en sus distintas expresiones -públicos o privados- han optado por ponerle precio a todo, desgraciadamente, incluso a aquello que no debiera ni de venderse ni de comprarse como la dignidad y los valores y principios gobernantes; como el respeto al derecho ajeno, a vivir con seguridad y tranquilidad y apegados todos a la observancia de la ley.

¿Qué está pasando? ¿Dónde y cuándo se perdió el rumbo? y sobre todo; ¿hacia dónde nos dirigimos?

Hoy difícilmente podríamos encontrar un político que no tenga «cola que le pisen», esto no es grave; es simplemente terrible porque es el equivalente a tener a un lobo hambriento cuidando una pierna de jamón.

Que tengamos ese escenario hoy en nuestro país es un proceso que no comenzó ayer, pero que desgraciadamente no tiene precedente en nuestra historia. Los jueces se politizan y se vuelven tentáculos del poder ejecutivo; los policías se criminalizan, los políticos asaltan las arcas nacional, estatales y municipales.

En el momento en que el poder presidencial dejó de ser respetado por los propios mandatarios y se vio en esa oportunidad histórica de servir solo una oportunidad de satisfacer sus ambiciones personales y familiares, «aprovechando» el momento y dejando en un segundo término los intereses superiores de la nación, todo comenzó a degradarse.

Cuando los poderes económicos encuentran una oportunidad de consolidar su posición de preponderancia simplemente se da aquello de: «Dios los hace y ellos se juntan». Todos seducidos por el poder y el dinero, nada más.

Hoy tenemos un presidente, secretarios, gobernadores, senadores, diputados y presidentes municipales SIN autoridad moral. Claro, quizás haya excepciones, pero por favor: ¡que alguien nos los señale! Todos aderezados con partidos políticos saturados de vividores, que son más de lo mismo que está enfermando a la nación. Parecen pirañas devorando a su presa, todos los partidos y todos los colores.

Mi ánimo no deja de aspirar y confiar en que, en un futuro no lejano, podamos extirpar ese cáncer que nos está matando. Estoy seguro que habemos muchísimos mexicanos que queremos que las cosas cambien, que no solo nos preocupa el tipo de México que les vamos a dejar a nuestros hijos. Habemos ciudadanos que también estamos preocupados por el tipo de hijos que le vamos a dejar a nuestro México, al ser educados bajo el cínico principio de “el que no tranza no avanza».

No tenemos otro país. Fuera de México somos extraños. Esta es la tierra de nuestros padres y será la de nuestros hijos y nuestros nietos; no permitamos que esos sátrapas o Alibabá y sus sin-cuenta ladrones acaben con nuestro México.

Debemos participar en los distintos medios que como sociedad tenemos. Aún es tiempo. La indolencia nos mataría como sociedad. Debemos votar, aun cuando parece inútil; el voto es un mensaje poderoso que puede influir en el cambio que necesitamos lograr. Si no lo hacemos ahora, entonces ¿cuándo? Y si no somos nosotros, entonces ¿quién? Pregúntate: si las cosas no cambian, ¿qué pasará cuando el destino nos alcance?

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