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¿Cómo pueden ayudar los gobiernos locales a las empresas? 

Este número de Líder Empresarial está dedicado a las 65 empresas que más empleo dan en el estado, agrupadas en los ramos automotriz, alimentario, textil y del vestido, de la construcción y del transporte.

Así pues, este texto se propone responder a la pregunta de cómo puede el sector público ayudar al desarrollo de dichas compañías. La respuesta más fácil es una: no estorbando; pero a estas alturas, dentro de un modelo de mercados imperfectos, los gobiernos locales pueden y deben ser más proactivos en la creación de ecosistemas idóneos para el crecimiento de las empresas.

En otras palabras, habrá que buscar respuestas eficaces a las siguientes interrogantes:

Si gobernar es presupuestar, según asentaba Michel Rocard, la primera variable tiene que ver con el inédito volumen de recursos financieros del cual disponen ahora los gobernadores, y su relación con la eficiencia del gasto y la gestión pública que fomente tanto la inversión como el empleo. El pensamiento convencional diría que con esa avalancha de recursos, la economía de los estados estaría creciendo a todo galope o aumentando a pasos acelerados su competitividad, lo cual ha ocurrido solo en un puñado de ocho o diez entidades.

Es cierto que parte de la explicación de este hecho reside en la pérdida de competitividad del país por falta de innovación, baja inversión en I+D, la rigidez y los defectos del mercado laboral, los problemas institucionales y la inseguridad, aspectos que están relacionados con políticas federales y, en algunos casos, con las administraciones estatales. Pero también es verdad que, además de la negligencia local en temas como infraestructura, educación o seguridad, los gastos a veces no se traducen en productividad porque van a parar a proyectos ineficientes, ejecutados en muchos casos sin planeación estratégica, o simplemente porque así lo decidieron los gobernadores.

Por tanto, la primera lección es que la inversión pública debe ir dirigida a mejorar las condiciones en que operan los negocios y que les son más rentables, como la formación de mano de obra calificada, el desarrollo urbano equilibrado, la movilidad eficiente y la seguridad.

El segundo aspecto es que en un país donde la productividad es baja, es necesario dirigir mucho mejor el gasto en ciencia y tecnología, lo cual quiere decir, en el caso de Aguascalientes, que se deben reorientar las prioridades y alinear las capacidades de las universidades hacia los sectores de punta, como los reportados en esta revista; además de pensar en una estrategia deliberada de atracción de talento de altísima calidad. Aguascalientes debiera estudiar los casos de otras ciudades en el mundo que se han convertido en clústeres de ideas más que de manufacturas.

El tercer punto es manejar el presupuesto en función de resultados muy concretos, alineados a ciertos indicadores como generación de empleo de alta calificación, construcción de infraestructura de primer nivel (basta ver el aeropuerto y la central de autobuses locales para testificar qué lejos estamos de ser un estado de desarrollo medio-alto) y de una vida cultural abierta acorde con las pretensiones de algunos gobernantes. Una tintorería por aquí y un restaurante por allá con letreros en japonés o alemán no es un signo de vocación cosmopolita, sino más bien de lo contrario: es un reflejo inconsciente de aldeanismo.

En otras palabras: en materia de hacer gestiones efectivas y ofrecer resultados exitosos a la población, está claro que a las administraciones públicas, tanto estatales como municipales, todavía les queda un largo camino por recorrer, pues no ofrecen un valor agregado a los objetivos de desarrollo empresarial.

Por último, hay cinco tareas urgentes que los gobiernos deben emprender: fortalecer la equidad en los ingresos locales a partir de una estrategia efectiva e integral; elaborar un mapa de navegación completo que promueva la transición hacia un rediseño de la fórmula de distribución de la inversión pública; hacer una buena planeación estratégica, focalizada y de mediano-largo plazo; ligar todo aumento de inversión a prioridades de crecimiento competitivo (infraestructura, sostenibilidad, educación, productividad) y entender que su papel no es reemplazar al sector privado ni a la sociedad, sino crear las condiciones para que ambos crezcan de manera saludable y sostenible.

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