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¿Cómo elegir un buen vino?

Por Marisa García

Lic. en Ciencias de la Comunicación por el ITESO, sommelier de la Associazione Italiana Sommelier y de la Organización Nacional de Sommeliers de México, directora de Bon Vivant

 

¿Será que el vino entre más caro es mejor? Es la pregunta que nos hacemos siempre que queremos comprar alguna botella, y no sólo nos cuestionamos eso. Cuando llegamos a una tienda, solemos plantearnos cientos de interrogaciones más ante la vasta oferta que tenemos enfrente: ¿Por dónde empezar? ¿Cómo debo leer la etiqueta? ¿Qué tan importante es la añada? ¿Joven o con paso por barrica? ¿Nuevo Mundo o Viejo Mundo? ¿Y si me arriesgo a comprar uno nuevo? ¿Tinto, blanco, rosado o espumoso? ¿Con qué platos marida?

Y en este océano de dudas, muchas veces caemos en la creencia de que si el vino es costoso, seguramente será el mejor.

Empecemos por definir qué es caro y qué es barato. Un vino barato sería el que está por debajo del precio que estaríamos dispuestos a pagar por una botella de determinada calidad, y uno caro sería aquél que está por encima del precio de su calidad, o bien, aquél que supera lo que gastamos normalmente al comprar este producto. Por esto, cada vez que adquirimos un vino costoso, esperamos que sea extraordinario y que cumpla con las expectativas, aunque muchas veces nos llevamos sorpresas.

Desde un punto de vista objetivo, lo que debería determinar el precio de un vino son todos los factores que intervienen en su elaboración, tales como: el trabajo en el campo, el rendimiento por hectárea, la mano de obra, los procesos y los materiales de la crianza, el tipo de botella, el corcho… A esto habría que sumarle todos los costos derivados de hacer llegar la botella a nuestra mesa.

Aparte existen otros aspectos subjetivos que hacen al precio elevarse: la fama de la bodega, la denominación de origen, el renombre del enólogo, la trayectoria, reconocimientos, la puntuación en guías famosas y las tendencias, entre otros. Hemos visto en muchas ocasiones que vinos no famosos son calificados con una alta puntuación por expertos en el tema, lo cual automáticamente aumenta su precio y los lleva del anonimato a formar parte de catálogos importantes, todo por el empujón de una buena crítica.

Pero más allá de estos factores, lo que debemos hacer a la hora de elegir es centrarnos en lo que realmente nos gusta y ser honestos con nosotros mismos. Definir nuestras preferencias requiere de dedicación y tiempo para probar y distinguir lo que más nos complace; sólo así forjaremos nuestro propio criterio.

Existen tantos vinos como gustos y hay uno para cada ocasión. No es lo mismo tomarlo con los amigos, con la pareja, con clientes o con socios. También la experiencia cambia si éste se acompaña con alimentos o no; y la circunstancia determinará si elegimos un blanco, un espumoso, un rosado o un tinto.

Crear nuestro propio criterio requiere también de conocimiento de regiones, uvas de preferencia, estilos, vinos monovarietales, mezclas, jóvenes o añejos. Estos conocimientos permitirán otorgar un valor desde otra óptica, así como reconocer la calidad de un vino mucho más económico o la poca inclinación que se tiene hacia uno considerado caro.

Actualmente, existe una infinidad de etiquetas con una excelente relación calidad-precio, las cuales se pueden disfrutar sin tener que gastar mucho. Así que, ¿cómo saber si un vino costoso es mejor que uno más barato? La única manera de descubrirlo es degustando y disfrutando de sus sabores.

Mi recomendación es la de atreverse a probar, no quedarse en las mismas uvas y regiones que ya nos gustan; hay que explorar la infinidad de opciones existentes. Este ejercicio nos hará encontrar grandes productos a precios coherentes más allá de las marcas y las etiquetas, para que podamos beber y disfrutar en función no sólo de nuestros gustos, sino también de nuestras posibilidades. Lo importante es entender que cada vino tiene su personalidad y manera de llevarse en la mesa.

¿Caro o barato? Lo dirá sólo nuestra experiencia personal; el mundo del vino sólo se conoce a través de la degustación.

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