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Chiquearte y el consumo responsable de las artesanías mexicanas

“Tengo que preguntarle a mis dioses”, fueron las palabras que pronunció a través de un traductor una artesana wixárika a Mayra Jiménez, originaria de Aguascalientes. La emprendedora vio en la cooperación con artesanos una oportunidad para crear su negocio “Chiquearte”. 

Mayra se fascinó por la riqueza artesanal que ofrece México, desde Sonora hasta Chiapas. Cada región tiene su identidad, valores simbólicos, comunidades, entorno y cosmovisión, así como materiales propios a los que se les otorgan diferentes sentidos: estético, decorativo, hasta sagrado y ceremonial.

Cuando aquella artesana aceptó la propuesta de Mayra, la emprendedora comenzó a vislumbrar parte de la diversidad cultural de México. Decidió, entonces, plasmar esa riqueza a través de una nueva marca de consumo responsable, que busca llegar a todo México.

La empresaria busca reflejar tanto la diversidad de las artesanías en México como las particularidades de los ecosistemas, al reivindicar y dignificar sus canales de venta y distribución. De ahí que emprendió un viaje por varias partes del país, en busca de los mejores artesanos dispuestos a sumarse al proyecto.

Una de las regiones que más le atrajo fue el Bajío. Señala que existen muchos poblados donde se aprende la confección de artesanías en el contexto familiar. En la zona se mantiene viva la tradición, a través de procesos manuales únicos y transmitidos de generación a generación.

Una marca que traza una cartografía cultural

Los creadores detrás de las artesanías de Chiquearte encuentran la inspiración en su entorno y la naturaleza que los rodea. Así crean diseños, formas y texturas -que son también la abstracción de su lenguaje, sus ritos y sus leyendas-.

Muchos de los productos, que Mayra eligió personalmente para la marca, representan el sustento económico de una gran parte de las comunidades. Se trata de un trabajo orgánico, que rehuye a los tiempos de producción mecanizados y al consumo inmediato.Incluso la elaboración de algunos productos requiere meses de trabajo.

Por ejemplo, las “coritas”, artesanías icónicas del pueblo seri, son cestos y canastas hechos de ramas, provenientes de un arbusto llamado “torote prieto” que crece en el desierto de Sonora (de donde es originaria esta comunidad). Su realización exige tiempo y técnica: si la corita es de 20x20cm tardan alrededor de un mes; si la pieza es más grande, pueden prolongarse hasta dos años (hecho que se celebra en una ceremonia especial).

Chiquearte también incorpora utensilios de cocina creados por artesanos de Michoacán, que aún mantienen viva la técnica del capulineado -tipo, reconocido internacionalmente, de decoración de alfarería a base de puntillaje -. Adornan piezas de barro con puntos finos de diversos tamaños y colores, creando flores en miniatura, grecas y distintas figuras o patrones.

Los accesorios también son un producto icónico de esta marca, cuya esencia es plasmada por artesanos wixárikas. Ellos forman parte de las comunidades más antiguas de México, y la mayoría proviene de Nayarit. En su idioma, “wixárika” significa “persona de corazón profundo que ama el conocimiento”. Esta ideología se refleja en sus piezas, que conllevan un gran trabajo y entendimiento de la técnica. Un dato importante es que, en su cultura, la chaquira es considerada un material sagrado.  

Mayra explica que estos productos buscan crear un sistema que fomente el consumo del arte mexicano, la concientización del cuidado medioambiental y el apoyo social: “El motivo que me mueve es ayudar a los artesanos, y que tanto mexicanos como extranjeros reconozcan sus productos, el esfuerzo que conllevan, las historias que cada artesanía nos cuenta. Una vez que comprendamos que cada pieza lleva consigo una parte del corazón de su creador, podremos valorar y engrandecer su magnífico trabajo”, comenta.

Para Mayra, su ideología no solo abarca el emprendimiento social, sino una nueva visión del consumidor. Sus objetos curados personalmente dignifican el trabajo de los artesanos, mantienen vivas sus tradiciones milenarias y dan color a nuestros espacios. Además, brindan un nuevo sentido a la manera en que consumimos.

De esta forma, a través de Chiquearte los objetos que nos pertenecen también hablan sobre nuestros valores y la prioridad que damos a las cadenas de valor equitativas. Nuestras pertenencias son también un discurso sobre nosotros mismos. Qué mejor que sea el de la empatía y el del comercio justo.

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