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Carta a un EXATEC

Hace unos meses, tuve la distinción de dar el discurso de graduación a los egresados del campus Aguascalientes del Tec de Monterrey. Esto es parte de lo que dije.

Me he preguntado, una y otra vez, sobre la esencia de la educación. Más allá de la simple transmisión de conocimientos o el desarrollo de competencias y habilidades, el verdadero sentido de una educación integral debiera ser la formación del temperamento, la inteligencia y el carácter. Pero ahora que lo pienso, ¿cómo llegar a esa meta? Tal vez no exista una respuesta definitiva; la ciencia y la pedagogía modernas no han logrado descifrarla y quizá nadie lo haga.

Todos ustedes dedicaron estos años al aprendizaje; pero también al desarrollo personal, la exploración académica; a socializar con los demás, formarse, divertirse, cultivar el razonamiento y el ingenio. Más de alguno respirará aliviado y dirá: “se acabó la pesadilla”; sin embargo, el juego no ha terminado. En realidad apenas inicia y, por lo tanto, empezarán a darse cuenta de que hay mucho más por hacer, saber, descubrir, comprender acerca de ese hecho fascinante que es la vida.

Sus familias los han enviado aquí, o ustedes han decidido venir, porque coinciden en que educarse es lo más importante que pueden hacer. ¿Por qué? ¿Por qué dejar tantas actividades variadas y divertidas para discutir con los profesores, sufrir la tensión de los exámenes, batallar con las plataformas tecnológicas, consultar algún material en la biblioteca o padecer el refinado tormento de pócimas tan exóticas como las ecuaciones diferenciales, el álgebra lineal, los circuitos eléctricos o la ciudadanía? Solo si la respuesta es: “porque no hay nada más importante que deba hacer”, entonces los años que han pasado en este campus habrán alcanzado su verdadero sentido y significado, y la institución educativa habrá cumplido su parte.

Ahora enfrentarán nuevos y apasionantes desafíos y proyectos, alimentarán sueños y aspiraciones, se toparán con dificultades y riesgos, caminarán entre incertidumbres y confusiones; pero estoy seguro de que, si han llegado hasta este día, tienen el equipamiento intelectual y el temple personal necesarios para abordar con éxito lo que venga.

En ese horizonte, lo que nos dicen los avances tecnológicos, la proliferación del conocimiento, la globalización, la diversidad cultural, los progresos científicos y aun la duda natural del futuro profesional y personal, es que ese lugar de prodigios y sorpresas llamado futuro nos exigirá abordar empresas inéditas, estimulantes y más imaginativas, simplemente porque el mundo de hoy es distinto, vertiginoso, deslumbrante. Para navegar con éxito en esas aguas, incluso una educación de excelencia como la que ofrece el Tec de Monterrey no será suficiente. Qué tan forjados estén el temperamento y el carácter harán la diferencia. Un código de conducta ética y de valores es ahora indispensable para construir un proyecto de vida decente y coherente.

Más que los sermones que persiguen la utopía de hacer de la condición humana el modelo perfecto de bondad, nobleza y belleza; aprendan a aplicar una ética mínima consistente en decir la verdad, responder a la confianza, argumentar con razones, cumplir los compromisos y respetar la ley. También, tengan la inteligencia de distinguir entre valor y valores. Más allá, hay otros objetos del deseo aun más trascendentes. La integridad, las ilusiones, el compromiso y la amistad son igualmente bienes esenciales para una vida plena.

Vivan con alegría, intensidad, plenitud, tolerancia, apertura, libertad y responsabilidad. Conózcanse a sí mismos y a los demás. Exploren el mundo y otras culturas. Sean ambiciosos y audaces; pero no arrogantes. Busquen gente interesante y huyan del aburrimiento. Sean creativos y divertidos; pero no frívolos. Mantengan el optimismo y la esperanza; pero también sean realistas. Sean disciplinados; pero no rígidos. Expresen sus emociones y sentimientos; pero controlen su carácter, porque la primera condición para gobernar cualquier cosa es gobernar el carácter.

Solo así podrá llamarse educación verdadera.

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