“Dicen que uno siempre está en el lugar donde nació, por más que viaje. Así que no existe desplazamiento geográfico que no tenga como referente el sitio natal. También dicen que uno pertenece al lugar en el que se alimenta, por lo cual la pertenencia a otros rumbos es muy cambiante […]”, reflexiona Benjamín Valdivia.
El doctor en Artes y Humanidades, que también cuenta con estudios de doctorado en Filosofía y en Educación; miembro correspondiente de la Academia Mexicana de la Lengua y de la Academia Norteamericana de la Lengua Española; presidente de la Red Cervantina Mundial, director de la Revista de Estudios Cervantinos (UG), y gerente general de la editorial Azafrán y Cinabrio, nació en 1960 en el barrio de la Estación, pero creció en la calle de Allende, en el centro de la ciudad: “viví en Aguascalientes hasta concluir la preparatoria, en la UAA. Después me fui a Guanajuato. Y hace un rato que miré, habían pasado más de cuarenta años…”.
Siguiendo la ruta de Aguascalientes hacia Guanajuato, a modo de una línea del tiempo para llegar a detenerse en un punto específico en el mundo, Benjamín Valdivia menciona que “nadie conoce el futuro; y si lo conoce, no debe creerlo al cien por ciento: aunque en ese momento me atraía la física, me fui a Guanajuato a estudiar filosofía. Eran tiempos cuando Aguascalientes contaba con sólo unas pocas carreras universitarias que no incluían las humanidades”.
Aunque vivió en Estados Unidos, indagó en Europa y vivió en Querétaro también, lo que determinó su establecimiento en ese estado del Bajío fue su integración para hacer la música del grupo Teatro El Ropero, y con él entrar de lleno a las artes escénicas, por lo que a sus veinte años ya había recorrido todo el país a través de las giras. “Siempre veo Guanajuato como el refugio perfecto para equilibrar la novedad con la tradición”.
En esa constante que es el tiempo, la confrontación del pasado y del presente, Benjamín Valdivia ha estado inserto en el cauce de diversas disciplinas tales como la creación y crítica literarias, traducción, edición, dramaturgia, música, reuniendo así una vasta producción que le ha valido distinciones en México, España, Italia, Francia, Argentina, Chile, Panamá y República Checa.
Por lo tanto, la palabra ha sido su puente a otros mundos que ahora se bifurcan entre lo palpable y lo virtual, es por ello que considera que “son dos planetas diferentes que se arrojan entre sí la luz refleja de un mismo sol. La fragilidad de lo virtual va en el mismo cauce que su facilidad: la información virtual se puede perder en un instante -como me sucedió con un disco duro hace un par de años-. Pero también los escritos o impresos pueden navegar hacia el desastre sin poderse recuperar -como una extraña inundación en un tercer piso, que acabó con parte de mi biblioteca-. Todo está destinado a morir y desaparecer”.
Esa naturaleza lingüística la ha conjugado con su labor como profesor en la Universidad de Guanajuato (UG) desde 1982, y ha impartido cursos en Canadá, Estados Unidos y España. Pero también ha ocupado diversos cargos directivos en el área académica de la UG, donde mantiene desde 1998 el Seminario de Estética y Filosofía del Arte. Actualmente es coordinador de asesores del rector general de la misma universidad.
Con ese vaivén creativo, profesional y administrativo, casi apabullante y en apariencia desarticulado uno de otro, afirma que “son demasiadas cosas que se han juntado en el recorrido vital. En realidad, se apoyan unas a otras. Así, enseñar a quien quiera hacer alguna de esas tareas, impulsando desde instituciones o desde proyectos para la sociedad. […] Entonces, aunque en todo momento estoy envuelto en la luz de todas esas cosas, cada una va tomando su lugar conforme lo va solicitando el destino cotidiano, la impulsión hacia el porvenir”.
Ante esa cotidianidad sumamente activa, se percibe entonces disciplina y liderazgo, dos hábitos -o “tiempo mental”, como él lo llama- que ha llevado a lo institucional, pero también a lo íntimo:
“Para poder completar nuestros proyectos requerimos dedicarles el tiempo mental suficiente, que no caigan en el olvido ni en el desánimo y ocupen sólo el lapso y espacio de pensamiento que les corresponde según su relevancia en nuestra vida. […] Conforme avanza la comprensión del tiempo, se enfoca el pensamiento y puede ser sagaz y eficiente en un esfuerzo metódico y ordenado pero jubiloso y creativo a la vez”.
Siendo un arduo investigador y crítico del arte, Benjamín Valdivia explica que la función del arte en la sociedad y en la economía hace referencia a que “si pensamos en que la autora de los libros de la franquicia Harry Potter es la mujer más rica de Inglaterra; […] o que el más reciente cantante exitoso de reguetón se ha atiborrado de dinero hasta decir ya no, notamos que el arte puede ser, y lo es, una de las empresas más rentables en las sociedades masificadas”.
A ello agrega que “ver una serie en pantalla supone el trabajo pagado de guionistas, actores, camarógrafos, digitalizadores, diseñadores, publicistas y demás, que forman una de las cadenas productivas más exitosas de la actualidad: la del arte, la de la venta de imágenes a granel”.
Con respecto a su función como pedagogo, y considerando la llamada “Nueva normalidad”, cuyas estrategias y métodos se repliegan hacia lo virtual, al parecer, determinante para un “nuevo” modelo educativo, afirma que “la educación en el futuro, que ya es ahora, atenderá la autoadministración de contenidos para el desarrollo de los perfiles profesionales, que serán más dinámicos. Yo celebro que en el currículum virtual los programas educativos dejen de estar secuestrados por los docentes […] La empresa de servicios educativos tendrá que actualizarse para ofrecer al cliente lo que se requiere, no lo que ésta quiere ofrecer”.
Por otra parte, en su papel como líder, reflexiona: “Para mí, el mejor liderazgo es el que se basa en la mayor proximidad e igualdad con quienes habrán de seguir con confianza nuestras iniciativas, en un afán colectivo. Tengo claro que el liderazgo también proviene de una cierta originalidad al desarrollar los procesos. Y creatividad e imaginación al insertarse en el nicho más productivo”.
La línea del tiempo continúa su ritmo, que es imparable, y aunque Benjamín Valdivia sugirió no creer tanto en el futuro, él sigue navegando en ese vaivén del porvenir, por lo que es preciso considerar lo que vislumbra:
“El futuro consiste en llegar bien al día de mañana. El futuro es la hoja en blanco para escribir nuestros destinos […] Espero que mi futuro será quedar satisfecho de mi pasado. Que no tenga espacios en blanco como para detenerme a mirar el camino recorrido. Y, sobre todo, que no sea gravoso para mi comunidad. Siempre digo: ‘si yo estoy bien, mi comunidad está bien’ -porque no tiene que ocuparse de mí-. Por eso les deseo a todas las personas que tengan un buen futuro y que sean un orgullo para sus comunidades”.