Hasta cierto punto, fundar una empresa pudiera ser considerado fácil, pero lograr su permanencia en el transcurrir de los años implica un desafío mayúsculo -sobre todo si en su nacimiento estuvieron involucrados varios familiares-.
En el estudio “Nivel de progreso de las Empresas Familiares para lograr su continuidad y armonía”, realizado por el IPADE Business-School, se establece que los procesos de sucesión entre generaciones son el mayor reto que enfrentan las organizaciones familiares; en especial, en el traspaso de la primera a la segunda generación, aunque también de la segunda a la tercera.
De igual modo, en la “Encuesta de Empresas Familiares 2021: Capítulo México”, elaborada por PWC, se advierte que en nuestro país sólo en una de cada tres empresas familiares (35%) trabajan miembros de la próxima generación. En contraparte, seis de cada diez participantes señaló que ningún familiar de las nuevas generaciones trabaja en su empresa.
En ocasión de la celebración del Día del Padre, Líder Empresarial presenta el caso de la familia García en el que se ha logrado una sucesión sobresaliente.
Una empresa familiar que empezó con una rueda de la fortuna
Un ferrocarrilero amigo de la familia les vendió a don José García Valadez y a sus hermanos una rueda de la fortuna. Esta comenzó su operación en abril de 1931, en la tradicional verbena de Aguascalientes. Poco a poco, los García adquirieron más juegos y los transportaron a las principales festividades de la región –donde eran el deleite de las familias-.
“Así iniciaron la aventura”, dice don Enrique García Calderón quien recuerda que eventualmente su padre (ya casado con Luz María Calderón) siguió con el negocio, cuando sus tíos (principalmente uno que era el más involucrado) emprendieron otras actividades.
Asimismo, relata que en los inicios de Atracciones García prácticamente todos sus juegos mecánicos eran de fabricación artesanal. De hecho, un trabant fue el primer elemento que importaron de Estados Unidos. Luego vinieron otros juegos más; tiempo después, ellos mismos se convirtieron en fabricantes.
Cuando tenía 20 años, Enrique se incorporó totalmente a la empresa. En ese momento, su hermano mayor, José Luis, era el que más ayudaba a su papá (pero eventualmente decidió separarse del negocio). Así, y tras el fallecimiento de don José y de doña Luz María, los otros cinco hermanos varones quedaron al frente.
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Con el transcurrir de los años, el consorcio de origen aguascalentense logró el liderazgo a nivel nacional, dada su exitosa participación en las principales ferias y eventos. Se distinguieron desde entonces por ofrecer magnas atracciones como la Mega King Tower o el Titán.
“Íbamos bien hasta que se vino esta situación y nos paralizó desde hace más de un año”, comenta don Enrique. La pandemia ocasionó grandes pérdidas, no sólo a la empresa (la plantilla de colaboradores pasó de 250 a 68), sino también a su familia, -luego del fallecimiento de dos de sus hermanos, Roberto y Rodolfo-.
En este sentido, el empresario reconoce el reto que representa para los consorcios familiares llegar a la tercera o cuarta generación; más aún en la actualidad, al considerar la complicada situación económica que se ha derivado de la contingencia sanitaria (y ha golpeado duramente el rubro del entretenimiento).
“Nosotros hemos visto varias empresas que desgraciadamente en la tercera generación se acaban; y no nada más en el ramo de nosotros, sino en todos. Desgraciadamente son pocas las empresas que han salido adelante y han trascendido; nosotros estamos conscientes de eso (…) Afortunadamente, hay buena relación y entendimiento. Pienso que vamos a seguir adelante; bendito Dios vamos caminando”, dice don Enrique, quien tiene más de 50 años en la empresa (misma que recién cumplió nueve décadas).
En la actualidad, su hija Lorena colabora directamente. De igual forma, sus otras dos hijas, Mónica y Cecilia, apoyan cuando se requiere.