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Asientos, el municipio más viejo de Aguascalientes

Por Alejandro Basáñez Loyola

Autor de las novelas históricas: México en llamas; México desgarrado; México cristero; Tiaztlán, el fin del imperio azteca; y Santa Anna y el México perdido, de Ediciones B.

Twitter @abasanezloyola

a.basanez@hotmail.com

 

Las minas de Zacatecas obligaron al virreinato a marcar un camino que las conectara con la Ciudad de México. La Ruta de la Plata pasaba por Querétaro, León, Lagos de Moreno y Zacatecas. Entre estas últimas dos ciudades, surgió un pueblo minero que, con el correr del tiempo, dio paso a la fundación de Aguascalientes.

Asientos fue el primer poblado de la tierra hidrocálida; municipio que por siglos se mantuvo en el olvido y abandono, a pesar de ser más antiguo que la capital del estado. Hay documentos que registran su fundación el 23 de julio de 1548 por Diego de Ibarra, uno de los fundadores de Zacatecas.

Desde que Asientos fue declarado Pueblo Mágico, el gobierno estatal ha trabajado con esmero para dar a conocer su riqueza cultural y hermosa arquitectura, la cual en su mayoría es del siglo XVIII.

Entre sus curiosidades, el municipio resguarda un peculiar Cristo articulado traído de España. El Cristo del Entierro se encuentra en el templo de Nuestra Señora de Belén. Su cráneo, costillas y dientes son huesos humanos. La piel de todo el cuerpo es de becerro. La gente asegura que con los años le han crecido las manos y el cabello. También, se comenta que en el interior de la figura, como relleno, fueron depositados varios restos humanos con el fin de conservarlos “lo más cerca de Dios”, aunque nadie se ha atrevido a comprobar el rumor.

Hace algunos años, en Semana Santa, los pobladores colocaban al Cristo en el cerro. Juran que su cabeza articulada se recargaba en el pecho a las tres de la tarde del Viernes Santo, día y hora de la muerte de Jesús. Con el paso del tiempo y para protegerlo mejor, los curas decidieron resguardarlo en una caja de madera y cristal tapada con un velo, que asemeja un ataúd.

Debajo del templo, hay túneles y catacumbas utilizadas para desalojar el agua que amenazaba la estructura de la edificación. Restos humanos de mineros y monjes han sido encontrados en su interior.

Un lugar de leyendas

Al visitar Asientos, no puede dejar de hacer un recorrido por el ex Convento del Señor del Tepozán, sitio de gran importancia histórica y religiosa. Al recorrer sus reducidos pasillos y celdas, los visitantes son transportados a la vida monástica de los siglos XVII, XVIII y XIX.

La entrada es una pequeña sala que era usada como capilla de oración. Hoy, se utiliza para darles la bienvenida a los turistas y hablarles sobre la actividad fantasma del lugar.

En la segunda sala, está lo que antes era la cocina de los hermanos franciscanos, por lo cual se pueden observar distintos objetos que ellos utilizaban a diario, como hábitos, cristos, lámparas, entre otros. Aquí, se puede contemplar un hermoso cuadro antiguo de la última cena. Es una pintura anónima en la cual está representado San Juan abrazado por Jesús y un sirviente lavando platos a los pies de la mesa, junto a un perro.

La tercera sala se puede describir como un cuarto de descanso. Ahí se encuentra colocado el maniquí del monje que anteriormente hacía de imagen de San Pedro. Primero, se encontraba en el Templo de Guadalupe y luego, fue llevado al panteón; sin embargo, muchos dicen que la figura, sin explicación alguna, aparecía de nuevo en la parroquia. Visitantes del santuario aseguran que la han visto moverse, inclusive se comenta que existen imágenes en las que se pueden apreciar los huesos de sus manos, lo cual a simple vista es imposible.

Además, hay una interesante biblioteca o cuarto de lectura, donde los frailes acostumbraban leer a la luz del sol o la luna. En un nivel más bajo, está un cuarto de flagelación, el cual tiene una entrada reducida que obliga a agacharse a quien entre. En este espacio, hay una imagen de un franciscano con la cara llena de sangre y una apolillada cruz de madera. En la antecámara, los religiosos se flagelaban a sí mismos según la magnitud de sus pecados. Cuenta la leyenda que uno de los monjes se colgó de la campana de la torre para poner fin a su suplicio y por castigo divino, se aparece colgado en la torre o caminando por los pasillos.

También, se pueden observar los dormitorios, los cuales cuentan con un macizo mobiliario de cantera. Sólo se permitían dos monjes por habitación, uno dormido y el otro parado; así, mientras uno descansaba, el otro estudiaba o rezaba.

Siguiendo el recorrido por el santuario, se llega a un cuarto que dentro de sus paredes guarda una historia de miedo y horror. Se dice que tiempo después, fueron aceptadas monjas en el monasterio. La religiosa que se hospedó en la mencionada habitación practicaba la brujería y le gustaba jugar a la ouija. Su afición la llevó a ser poseída por el demonio, por lo cual tuvo que ser exorcizada y aunque esto fue un éxito, al día siguiente apareció muerta.

Otro de los lugares que hay que ir a conocer es el Templo de Guadalupe. Fue construido en el año de 1700. El panteón de este sitio se encuentra en los terrenos aledaños a la capilla. Es el camposanto más antiguo del estado, ya que funcionó desde el siglo XVI hasta el XVIII.

En sus muros, hay nichos horizontales donde los ricos eran depositados y sobre ellos, descansaban los pobres, envueltos en petates y parados, con la intención de que siguieran sirviendo a sus amos después de la muerte.

Durante la restauración del cementerio, se encontraron muchos restos humanos sin identificar, por lo cual se construyó un osario de cinco metros de profundidad para darles descanso eterno. Uno de esos cuerpos perdidos es el de Lino Castellanos y Pacheco, quien se dice, fue hijo de don Miguel Hidalgo y Costilla.

Recuerde que si anda por el norte de la cuidad y tiene tiempo con la familia, visite Asientos. Le tomará sólo 40 minutos llegar a este mágico lugar atrapado en el tiempo.

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