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Arturo Revilla: Un apasionado de la Arquitectura

En un tercer piso, al sur de la ciudad, con puertas cerradas para mantener la seguridad, encontré el sitio. Si el humo surge de la habitación, para mí es más fácil encontrarlo. El camino me llevó hasta un tipo alto, con gran energía y unos lentes: aquél que construyó una ciudad donde alguna vez me puse a reflexionar…

Las urbes se construyen, se levantan, y el hidrocálido Arturo Revilla igual; lo hizo cada mañana para ir a estudiar arquitectura a la Iberoamericana, en el entonces Distrito Federal. Él fue uno más de los estudiantes que vivió su juventud inmerso en el movimiento del 68.

En su último año de carrera, Arturo alternó sus estudios con un trabajo dentro de un reconocido despacho de arquitectos. Con mucho esfuerzo y dedicación terminó sus estudios y formó parte de la generación 69-74 de la Ibero.

Su futuro parecía estar enmarcado por rascacielos y el sórdido Distrito Federal, pero un día recibió una llamada que marcaría su trayectoria: le encomendaron realizar el diseño de una agencia automotriz en Aguascalientes.

Con el pensamiento de hacer un viaje de ida y otro de vuelta, regresó a su ciudad natal. Cincuenta años después, se habla de él como una de las personalidades más influyentes de la arquitectura hidrocálida.

El viaje sin retorno

Después de que se inauguró la agencia de coches concebida por el arquitecto Revilla, el entonces presidente municipal de la ciudad, el Lic. Felipe Reynoso (1975-1977) le ofreció trabajar como subsecretario de obras públicas, donde permaneció dos años y medio. 

“Uno nunca sabe a dónde lo lleva la vida. Mi plan siempre fue regresarme a México, pero mejor me quedé en Aguascalientes y me puse a chambear”, recuerda.

El siguiente gran proyecto en el que participó fue en la construcción de la Central de Abastos, al sur de la ciudad, obra que recuerda como una oportunidad que hoy en día es difícil de obtener para un estudiante, debido a la gran afluencia de arquitectos que hay.

“Iniciar fue fácil para mí. En aquellos tiempos, lejos de estar concursando por un proyecto como se hace ahora, te hablaban por teléfono pidiendo ayuda”, señala.

Don Arturo continuó desarrollando su potencial, e inmerso en su trabajo observaba cómo se conformaba la ciudad. Suerte sumada con esfuerzo: así en ese orden, y con esas palabras, se refiere el arquitecto  Revilla a la manera en que se delineó su destino.

Poco a poco se vio inmerso en más y diversos proyectos: realizó viviendas, edificios, oficinas, el Centro de Convenciones de Aguascalientes, la Velaria de Expoplaza; una institución financiera en León, Guanajuato, entre otros. También participó en el proyecto de la Plaza de Toros en Cancún, y en el plan maestro de la conurbación de Zacatecas con Guadalupe. “Con la arquitectura haces ciudad. Tus obras están en la calle” remata el arquitecto.

Una de las obras a la que más cariño le tiene es el Patio de las Jacarandas, aunque él mismo señala que también es una de las más criticadas.  Se trata de un proyecto de “cocción lenta” que modificó el centro histórico de la ciudad, en el periodo de la gubernatura de Carlos Lozano (2010-2016), quién buscaba celebrar de una manera original el centenario de la Convención Revolucionaria efectuada en Aguascalientes en 1914.

Fue Revilla quien propuso la idea de derribar los edificios de los costados del Teatro Morelos, para pasar de la plaza anterior a una macro plaza, donde hubiera solamente tres elementos: la Catedral, el teatro y el exedra, de acuerdo a lo que él mismo explica.

Tres edificios emblemáticos en una gran explanada que se verían acompañados de tres plazas: dos de ellas homenajes, una para Jesús F. Conteras y otra para José Guadalupe Posada; y una más de Jacarandas: “yo considero que es mi obra más importante, no por su tamaño, sino por su impacto”, subraya.

Transformación 

Aunque la arquitectura es una carrera que lleva poco más de cuatro décadas en el estado, ha tenido una serie de cambios y procesos que se ven reflejados en el pensar de sus estudiantes y sus edificaciones, “con la arquitectura hay un problema: es muy difícil aceptar lo contemporáneo, es igual que el arte”, comenta Revilla.

Don Arturo ha visto la transición de esas “casitas de muñecas” a personas y empresas propositivas: “la arquitectura está siendo testigo del momento en que se hace y la gente ya lo aceptó”, agrega.

De igual forma, la honestidad y conciencia de cumplir con lo que el cliente solicita, y de llevarlo por un camino seguro y sólido, son un baluarte para partir y realizar el correcto ejercicio de la profesión. 

Todo esto ha traído grandes aprendizajes para la materia y la ha llevado a progresar. Él también solía caer en lo repetitivo, según refiere, pero fue consciente de lo necesaria que es la innovación para lograr perdurar. Y así lo hizo.

El arquitecto y también docente, con más de cuarenta años de ejercicio profesional, reconoce en los nuevos arquitectos la frescura y la incesante creatividad: “mi evolución principal ha sido a través de convivir con la juventud, aprendo más que ellos; no te puedes quedar atrás, tienes que convivir con sus ideas, con sus maneras de pensar”, recalca.

Sólo la arquitectura puede sostener

La autocrítica, en cualquier disciplina, es funcional y permite al autor de la obra estar en continúo aprendizaje; es un hecho que nunca quedas satisfecho, y siempre hay algo que mejorar, pues cuando te das cuenta desearías cambiar algo. Para Arturo Revilla si no hay autocrítica no hay nada. Se acaba el arquitecto. 

Esto lo ha llevado a seguir trabajando, y a reconocer que aún no elabora su obra maestra, a pesar de haber trabajado en más de 500 edificaciones a lo largo de sus 43 años de trayectoria.

Sin el afán de hacerse de un gran capital, la arquitectura le ha dado para vivir. Le ha mostrado el camino, y con base en tres pilares ha construido su vida: lo profesional, la docencia y la familia. 

“Tengo dos hijos y trabajo intensamente de lunes a sábado. Es muy demandante el oficio de la construcción… pero me siento tranquilo con lo que he logrado”, añade.

El arquitecto Arturo Revilla ha hecho la tarea, al menos eso menciona cuando se le cuestiona por una definición de su vida. 

Continúa su camino, sonríe… la arquitectura está siendo testigo del momento en que se diseña  y don Arturo la acompaña. Se conducen mutuamente.

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