Arnoldo Álvarez creció entre batas, estetoscopios y relatos de urgencias médicas. Su infancia estuvo marcada por la medicina, no sólo como profesión familiar, sino como atmósfera cotidiana que alimentó su imaginación.
Hijo, nieto y sobrino de médicos, jugaba con jeringas y baumanómetros y esperaba con emoción las historias que su padre —entonces director de urgencias— le contaba después de cada guardia. Aunque comenzó a estudiar medicina, pronto entendió que su verdadera vocación estaba en otro lado: en la comunicación, la creatividad y, eventualmente, en el mundo de la educación.
El giro no fue sencillo. Tras cinco años en medicina, enfrentó el reto de abandonar una carrera tradicionalmente respetada y asumió con valentía su decisión de estudiar comunicación. Ese momento de autenticidad, dice, lo acercó a los estudiantes que atraviesan dilemas similares. “Yo entiendo cuando un alumno te dice: ‘no quiero estudiar esto, pero mi papá es ingeniero o abogado’. Lo viví”, confiesa. Su empatía no es teoría, es experiencia vivida.
Fue precisamente en un aula, al impartir una clase de creatividad, donde descubrió lo que él llama su “voz interior”. Desde entonces, no ha soltado el salón de clases. Su trayectoria profesional incluye roles en bibliotecas, coordinación de carreras, trabajo editorial, y direcciones generales en universidades públicas y privadas. Todo ese camino —construido paso a paso, con pasión y aprendizaje autodidacta— lo llevó en 2023 a convertirse en rector de la UVM San Luis Potosí, el campus de su ciudad natal.
Arnoldo defiende un modelo de liderazgo con enfoque consciente: un estilo que parte de apagar el piloto automático, asumir la responsabilidad plena y entender que cada decisión tiene consecuencias humanas. “Una vez, un conductor de Uber me dijo: ‘¿Estás consciente de la responsabilidad que tienes en tus manos?’ Esa frase me marcó”, recuerda. Desde entonces, trabaja bajo la convicción de que liderar no es solo ejecutar, sino generar las condiciones para que otros brillen. “Los líderes no logran resultados, motivan a otros para lograrlos”, resume.
Entre sus principios clave destacan tres: liderar desde la empatía, ver a las personas por encima de sus cargos y elegir una mentalidad de protagonista en lugar de víctima. “Hay gente que inspira, aunque en la vida le haya ido mal. Y hay gente que convierte cada situación en una tragedia. Yo he decidido adoptar una mentalidad protagonista”, explica.
Su estilo de comunicación también refleja esa filosofía. Para él, la asertividad es un equilibrio emocional que permite hablar con claridad sin agredir ni rodeos innecesarios. “Todos tendemos a extremos: o agresividad o pasividad. La clave está en encontrar y sostener el punto medio”, apunta. Y en un campus con más de mil 400 estudiantes, la claridad comunicativa es tan crucial como la empatía.
Sobre la delegación, es directo: “No puedes hacer microseguimiento de todo, pero cuando detectas un foco, hay que meterse de lleno”. Cree en el liderazgo situacional, en saber cuándo confiar y cuándo intervenir. Porque en la educación, insiste, “no estamos fabricando autos, estamos formando vidas”.
Aun con la carga emocional que implica dirigir una comunidad de más de cinco mil personas, ha logrado marcar una frontera entre lo laboral y lo personal. “Cuando cierro la computadora, se acabó el trabajo”, dice. Su familia es su red de apoyo, su refugio emocional. Ver partidos de fútbol, desconectarse el fin de semana y priorizar el tiempo de calidad con su hijo de diez años le permite mantener el equilibrio.
Estudia una maestría en administración de negocios porque, como dice, “las habilidades que te llevaron hasta aquí no necesariamente te llevarán al siguiente nivel”. Habla con claridad, pero también con humildad. No tiene todas las respuestas, pero ha entendido algo esencial: “Liderar con conciencia es recordar todos los días que trabajas con personas, no con cifras”.
Arnoldo Álvarez es, ante todo, un líder con vocación, convicción y conciencia. Y eso, en el mundo actual, no es poca cosa.