Icono del sitio Líder Empresarial

Anhelar, el primer paso para emprender

Por Carlos de Luna 

MINT Mercadotecnia Integral

 

Siempre que estoy frente a un cuerpo directivo universitario comento que, para un servidor, el principal objetivo de las universidades es lograr que sus alumnos y egresados estén bien colocados en el campo laboral, es decir, que estén situados en las mejores empresas o estén desarrollando proyectos emprendedores exitosos. Si una institución de educación superior no trabaja en ello, entonces significa que sólo está orientada a la docencia y no al futuro exitoso de sus graduados.

Hace apenas un par de meses, me reuní con mis compañeros de generación en la ciudad de Monterrey, para agradecer y celebrar nuestros 30 años de egresados. La sede sólo fue la excusa para volver a reunirnos, ya que de los 58 colegas que compartimos 4 años y medio en la carrera, la gran mayoría trabaja en distintas ciudades del país. Muchos de nosotros ya pintamos canas y tenemos algunas señales físicas que denotan el paso del tiempo. Nos llenamos de alegría al mirar fotos, varias de ellas en blanco y negro, que nos hicieron recordar nuestro paso por la universidad; pero lo interesante de este encuentro fue compartir qué ha pasado en nuestras vidas y a qué nos dedicamos en estos momentos; saber a qué le hemos apostado y a quién elegimos como pareja.

Permítame comentarle, estimado lector, que muchos de nosotros decidimos emprender un negocio; sólo 15 por ciento de quienes convivimos esos días trabajan para una empresa, y de ese porcentaje la mayoría tiene exactamente 30 años colaborando con la misma corporación. ¿Qué me dice esto? Que nuestra universidad nos enseñó a emprender. Bien recuerdo el Programa Emprendedor que a finales de los ochenta el Tecnológico de Monterrey promovió entre sus alumnos. Las bases de este esquema eran provocar en los estudiantes la inventiva de un nuevo proyecto para desarrollar un producto o servicio. El programa buscaba incentivar la imaginación, las ganas de ser un buen empresario, y lograr que en poco tiempo las personas fueran autosuficientes.

En la actualidad, los millennials viven una realidad con muchas más oportunidades de comunicación; viven en una era en la cual la velocidad es muy importante. Llevan un modo de vida completamente distinto al de la gente de mi época, y eso provoca que sean muy diferentes las formas en que enfrentan su compromiso de ser alguien en el mundo y las estrategias que las universidades utilizan para colocarlos en el contexto del emprendimiento.

Para mí es claro que los programas de emprendimiento de las universidades deben inculcar valores y principios que promuevan la creación de negocios exitosos; deben hacer entender a los estudiantes que el sentido de su vida está ligado a la generación de valor y riqueza con un enfoque que fomente la mejora de la sociedad y el crecimiento personal. Si las instituciones educativas no promueven esto, difícilmente lograrán que los jóvenes se mantengan motivados en trascender durante su etapa de formación universitaria.

Qué efectivos y valiosos son estos programas que impulsan a los jóvenes a ocuparse en el afán de ser alguien, porque con ello entenderán que anhelar es el primer paso para emprender.

Deseo terminar este espacio que tanto valoro con dos frases que trascendieron en mi vida. La primera es la visión de mi alma máter: “Lograr un impacto en nuestras comunidades de origen”, y la segunda es una expresión de Adolfo Prieto que frecuentemente leía en un muro de mi universidad: “Todo el oro del mundo no significa nada, lo que perdura son las buenas obras que hacemos para nuestros semejantes”.

Salir de la versión móvil