Claudio Alejandro Innes Peniche/Master Wine Sommelier
Restaurante La Tasca
Inseparables desde épocas remotas, el amor y el vino han ido de la mano en pasajes importantes de la historia.
El vino se utiliza en cenas maridaje, como método para desalterar los sentidos; pero, probablemente, se ha usado mucho más “para agarrar valor” con el ser amado o con alguien que nos atrae.
A continuación, narraré a la que mi juicio es una de las más bellas historias, la cual podría encerrar algo de verdad histórica. Este relato nos lleva hasta la antigua Persia:
El rey del Imperio Persa, quien sufría de migraña, ordenó, tras una abundante cosecha, que las uvas excedentes se guardaran en el depósito del castillo para poder disfrutarlas después de la temporada. Sin tener idea de lo que ocurriría, las órdenes fueron cumplidas.
Pasó el tiempo y, como era de esperarse, los frutos comenzaron a fermentarse. Los olores que despedían emanaban del depósito y eran tan fuertes que la gente del castillo comenzó a rumorar: el monarca guardaba un poderoso veneno en los toneles.
Una de las concubinas del soberano, profundamente enamorada de su señor y resignada a no ser correspondida, decidió suicidarse con el veneno guardado en los depósitos. Fue hasta el lugar, bebió el líquido hasta embriagarse y quedarse dormida. Al despertar de su profundo sueño, se sintió aliviada de todas sus preocupaciones, por lo que continuó bebiendo por varios días más.
Tiempo después, el rey cayó enfermo de unos dolores de cabeza insoportables. Los médicos de los lugares más recónditos acudieron a su llamado, pero sus esfuerzos por aliviarlo fueron inútiles.
El reino estaba angustiado, pues la salud de su amado monarca empeoraba. La concubina, suponiendo que su descubrimiento podría ayudar, decidió compartir su secreto, el cual calmó las dolencias de su señor. Maravillado con la bebida, la compartió con su corte y con todos sus súbditos.
De esta forma, la concubina ganó el cariño y el favor del rey, que la amó hasta el final de sus días.
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