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Algunos datos que tal vez no sabías sobre el Día de Muertos

“Las cosas sólo son puras si uno las mira desde lejos, dice el cantante uruguayo Jorge Drexler sobre las raíces culturales de los pueblos. Tomamos como pretexto esta frase para hablar sobre los orígenes de algunos de los elementos más tradicionales del Día de Muertos, no con la intención de restarles importancia, sino para entender la riqueza de una celebración que se nutre con aspectos milenarios de diversas partes del mundo y que en México encarna un cuadro artístico y cultural inigualable. 

La fecha

A veces es fácil decir que el Día de Muertos es una tradición prehispánica que heredó la cultura mexicana; pero no es así del todo.

Según el fragmento de una crónica del fraile dominico Diego Durán, los pueblos prehispánicos celebraban dos fiestas en agosto: la Miccailhuitontli (celebración de los muertos pequeños) y la Huey Miccailhuitl (celebración grande de los muertos). La primera, el 8 de agosto y la segunda, el 27 del mismo mes.

Por su parte, los españoles tenían dos festividades el 1 y el 2 de noviembre: la primer fecha era el Día de Todos los Santos, en la cual, como su nombre indica, se rendía culto a dichos personajes católicos. La segunda era el Día de los Fieles Difuntos, es decir, los católicos fallecidos que aún no llegaban al cielo.

Ambas fiestas se mezclaron en la época de la colonia y ahora se celebra el 1 de noviembre a los niños muertos y al día siguiente, a los adultos.

Un dato: En Sicilia se cree que el 2 de noviembre los familiares difuntos regresan y llevan regalos a los más pequeños de la casa.

Las calaveritas de azúcar

A partir del siglo XI, en la celebración de Todos los Santos, se acostumbró poner en los altares de las iglesias los huesos o la ropa de los mismos. Según lo que se creía entonces, los santos se sentirían convocados con las oraciones e intercederían por los feligreses.

Posteriormente, en los reinos de León, Castilla y Aragón, se comenzaron a elaborar panes y dulces que simulaban ser las reliquias. Tenían forma de algún hueso: cráneos, fémures, húmeros o cualquier otro que cumpliera el fin evocativo.

En América, se elaboraban muros de cráneos (tzompantlis) y muchas veces se hacían representaciones de estos monumentos religiosos y militares con barro u amaranto y miel. Estas tradiciones, la prehispánica y la española, se mezclaron para dar origen a las calaveritas de azúcar o alfeñiques.

Un dato: Las frutitas hechas de azúcar glas que se venden para el Día de Muertos son conocidas en Italia con el nombre de Frutta di Martorana y se elaboran desde el siglo X con almendras y miel.

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