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A propósito del Día del Padre

En mi colaboración pasada analicé el día de la madre y la importancia de esta fecha en la cultura mexicana. Este mes, junio, se celebra el día del padre que, a diferencia del festejo de la madre, no cuenta con una fecha de celebración específica sino que se festeja el segundo fin de semana de junio. En el día del padre, a diferencia del de la madre, no hay celebraciones institucionales, ¿esto nos dice algo?

Yo creo que sí. Histórica y culturalmente el papel del padre ha sido secundario en la crianza. Los estereotipos de género han construido en el imaginario colectivo al padre como proveedor, como figura de disciplina y poder, como la parte racional en la dinámica familiar, en contraposición de la afectiva-emocional de la madre. Este modelo ha perpetuado los roles de género a nivel social, delimitado los derechos del padre y su propia capacidad afectiva, y por supuesto, ha reducido a las mujeres al rol de madre y esposa.

Como respuesta a este modelo tradicional, la tendencia jurídica va encaminada a procurar, desde el Derecho, relaciones familiares más igualitarias. Por ejemplo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, resolvió en el año 2012 que, conforme a los principios de igualdad, la guarda y custodia de los menores no debía basarse en prejuicios de género. Asimismo, en el año 2012 se adicionó un párrafo a la Ley Federal del Trabajo en el que se concedió a los trabajadores hombres un permiso de cinco días por el nacimiento de su hijo. A esto último es necesario apuntar que, si bien es una reforma que beneficia la crianza igualitaria, sigue siendo desproporcional en comparación con el permiso que tienen las mujeres.

Culturalmente también hemos evolucionado a una paternidad más responsable y afectiva. Son cada vez más los hombres que, a través de un nuevo modelo de masculinidad, ejercen una paternidad más afable y responsable. La igualdad de género es una puerta a la liberación de estigmas y prejuicios que culturalmente se nos han impuesto a hombres y mujeres, y que son dañinos a nivel personal y social.

Los modelos laborales y económicos impiden compatibilizar la crianza y el desarrollo profesional, los hombres –en su rol de proveedores- cargan con un estigma adicional que, por una parte, culturalmente les perdona el abandono hacia sus hijos, y por otro, les imposibilita ejercer libremente su paternidad (porque su rol es el de proveer y el de la madre cuidar y acompañar). Este sistema resulta muy injusto, primero para las mujeres al tener una doble carga de responsabilidad, y segundo, porque existen muchos hombres que quieren ejercer una crianza responsable y cercana.

En este día celebro a los hombres que, como mi padre, han ejercido una paternidad responsable sorteando los estereotipos e imposiciones socioculturales. Mi padre cumple con los mejores estereotipos paternos: es responsable, trabajador, extremadamente disciplinado y ordenado, increíblemente inteligente y culto; pero también –en contraposición de estos estereotipos- es cálido, afectivo, generoso, honesto, sensible y entregado. Además de (co) proveedor, nos ha vestido, peinado y alimentado. Ha sido, estereotipándolo, un papá-mamá. Y esa fue mi primer palabra hacia él. En pocas palabras, mi padre ha sabido ser padre.

¡Felicidades, papás! Espero que les regalen la libertad para ejercer y disfrutar su paternidad sin prejuicios ni estereotipos, que disfruten la corresponsabilidad de la crianza en igualdad.

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